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Leopoldo Marechal, Augusto Roa Bastos y Gabriel García Márquez: un encuentro histórico _

lunes 21 de junio de 2021
Leopoldo Marechal, Augusto Roa Bastos y Gabriel García Márquez:  un encuentro histórico _
Dom encuentro1
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Recordamos un suceso especial que marcó el inicio de una importante amistad entre grandes de la literatura del siglo XX.



Leopoldo Marechal nació en Buenos Aires el 11 de junio de 1900 y falleció el 26 de junio de 1970. Comenzó a escribir a los 12 años. Sus ideales políticos se empezaron a notar desde los 13, cuando impulsó a sus compañeros, de una fábrica de cortinas, a que exigieran mejores salarios y condiciones adecuadas para el trabajo. De allí, fue despedido por promover la revuelta laboral. En 1919 se recibió de maestro y, luego, de bibliotecario y profesor de enseñanza secundaria.

Integró el grupo Florida, junto con otros escritores y pintores como Güiraldes, Borges, Oliverio Girondo, Macedonio Fernández, Xul Solar y Figari, destinados a establecer una gran renovación en las letras y las artes. “Desde hace algunos años oigo hablar de los escritores “comprometidos” y “no comprometidos”. A mi entender, es una clasificación falsa. Todo escritor, por el hecho de serlo, ya está comprometido: o comprometido en una religión, o comprometido en una ideología político-social, o comprometido en una traición a su pueblo, o comprometido en una indiferencia o sonambulismo individual, culpable o no culpable”. (Leopoldo Marechal)

En los inicios, su carrera estuvo más orientada hacia la poesía y las vanguardias de principios del siglo XX. Con el paso del tiempo, su lenguaje se hace simbólico e indirecto. Se acerca a la novela y al teatro con un estilo más clásico. En la madurez, su instinto poético abarca cada vez más horizontes temáticos y sus poemas se vuelven más universales.

“Creo que un poeta lo es verdaderamente cuando se hace la “voz de su pueblo”, es decir, cuando lo expresa en su esencialidad, cuando dice por los que no saben decir y canta por los que no saben cantar. Todo ello lo hace el poeta en una función “unitiva” que yo concreté así en mi “Arte Poética”: “El Poeta, el Oyente y la Canción forman una unidad por el sonido”. (Leopoldo Marechal)

Leopoldo Marechal y el encuentro con Augusto Roa Bastos y Gabriel García Márquez

En 1967 Leopoldo Marechal viajó a Cuba como jurado del premio de novela organizado por la Casa de las Américas. Llevaba como encargo escribir un reportaje sobre Cuba para la revista Primera Plana. A su regreso a la Argentina, Marechal cumpliría con su palabra y entregó “La Isla de Fidel”.

“Creo que un poeta lo es verdaderamente cuando se hace la “voz de su pueblo”, es decir, cuando lo expresa en su esencialidad, cuando dice por los que no saben decir y canta por los que no saben cantar. Todo ello lo hace el poeta en una función “unitiva” que yo concreté así en mi “Arte Poética”: “El Poeta, el Oyente y la Canción forman una unidad por el sonido”.


Ese mismo año, Francisco Porrúa, editor de Sudamericana, y Tomás Eloy Martínez, jefe de redacción de Primera Plana, patrocinaban el concurso de novela que todos los años convocaba a escritores para el mes de agosto. Ya estaban elegidos dos de los jurados: Leopoldo Marechal y Augusto Roa Bastos. Ellos invitaron a Buenos Aires a Gabriel García Márquez con el pretexto del concurso. De esta manera los escritores concretaron su amistad tras muchos años de admirarse a la distancia. Esa fue la única visita que hizo Gabriel García Márquez a la ciudad. La novela seleccionada por este prestigioso jurado fue El oscuro, de Daniel Moyano.



Marechal y el “ser argentino”

 

Con Megafón, o la guerra, Marechal continúa en la búsqueda de lo que sería ser argentino. Discute sobre el tango en un duelo entre Anibal Troilo, alias Bandoneonista Gordo, que defiende las tradiciones y con Astor Piazzolla, alias Bandoneonista Sanguíneo, que la cuestiona. El debate concluye con la aparición de Enrique Santos Discépolo, que dictamina que el tango es infinito.

“Creo que un poeta lo es verdaderamente cuando se hace la “voz de su pueblo”, es decir, cuando lo expresa en su esencialidad, cuando dice por los que no saben decir y canta por los que no saben cantar. Todo ello lo hace el poeta en una función “unitiva” que yo concreté así en mi “Arte Poética”: “El Poeta, el Oyente y la Canción forman una unidad por el sonido”.

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