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“El 2020 es un año que nos deja un sabor amargo”

jueves 03 de diciembre de 2020
“El 2020 es un año que nos deja un sabor amargo”

Ayer, al pasar por un negocio (de los tantísimos cerrados por lo pasado), veo una leyenda festiva, obviamente del año 2019 que decía, con letras muy grandes y adornadas “que todos tengamos un muy feliz 2020”. Fue entonces que pensé en lo lejos que estábamos en ese momento en siquiera sospechar qué nos deparaba el destino.

Nos pegó muy fuerte, una nueva enfermedad a la que llamaron Covid-19. Pero ¿Cómo actuaría en la humanidad? ¿Qué pasos deberíamos dar para combatirla? ¡Todo era incierto! Y ¡nada se sabía!

Hubo gente que se encontró, de la noche a la mañana, al frente de una verdadera batalla, (casi casi, como los chicos de Malvinas), sin saber qué hacer y con pocos elementos de defensa. ¡Verdaderos soldados que minuto a minuto adquirían, por medio de la experiencia, sus conocimientos!

Mucha gente se vio, de pronto, frente a una pandemia. ¡La caja de Pandora se había abierto y desparramó sobre el mundo entero el mal! Y formando las líneas de lucha en todo el planeta, enfermeros, médicos, terapistas ¡todo el personal de salud! ¡Fueron los primeros involucrados! Experimentando terapias para vencer a la peste, y, sobre todo ¡Al miedo que cundía entre todos, por no conocer al enemigo!

Y así fue como muchos, cumpliendo con su deber hasta último momento, ¡perecieron luchando por “los otros”, que, no lo duden, somos todos nosotros!...

Todo el personal de salud luchando, casi a ciegas, sin insumos adecuados o suficientes y verdaderamente ocupados en evitar la angustia de esos ¿pacientes? (cada uno reflejaba a un padre, un hijo, ¡alguien propio!) Que frecuentemente y por temor ¡se entregaban sin querer lidiar con el enemigo invisible!

Cada uno de los profesionales de salud se transformó en familia. (La de sangre, ¡no podía acercarse a ellos!)

Desparramaron no solo su conocimiento y capacidad, sino, sobre todo, algo que, en esos momentos fue fundamental: acompañamiento, sonrisas, palabras de aliento, coraje para que lucharan, energía y fortaleza suficientes para que no se dejaran vencer. (Aunque muchas veces sus propias fuerzas flaquearan y tuviesen ganas de huir despavoridos buscando alejarse de todo eso tan negativo y que no siempre llegaba a un “final feliz”).

Muchos ¡enfermaron por el otro! y otros muchos ¡dejaron su vida al tratar de ayudar! Y, como ellos, se encontraron en absoluta soledad, experimentando no solo el dolor del cuerpo, sino del espíritu que iba decayendo, apagándose hasta el momento final sin contacto con quienes eran parte de sí: padres, hijos, abuelos, familia toda ¡amigos!

Como si todo esto fuese poco, se fueron dejando de lado (por temor), la atención de otras patologías importantes. Y ¡también se produjeron decesos por ellas! Encontrándose los profesionales con las manos atadas. ¡Se cumplió la fábula de la peste! Acá se las relato:

“Cuenta la historia que un pastor ve pasar a la peste muy apurada y le pregunta -“Peste, ¿adónde vas?”. -“A matar a 500 personas en el pueblo”. Después de unos días, se encuentran nuevamente y el pastor le dice: -“¡Me mentiste! No mataste a 500 personas. ¡Fueron 5.000!”. La peste responde. –“¡No! Yo maté 500. El resto ¡murió por miedo a contagiarse!”. Y ¡todo se cumple! La lucha de profesionales que desfallecen.

La falta de presencia de todos aquellos que debiesen estar, y ¡ayudar para que puedan lograr actuar con medios adecuados y eficiencia!

¿Qué puedo decir? Simplemente ¡gracias!

Gracias: Por estar al frente de la lucha y no amilanarse ante el peligro. Por dar y batallar con todas sus fuerzas siempre, dejando, en el ardor de la arremetida, hasta su propia vida. Por permanecer, pese a todo, junto a pacientes y familias, (aun dejando de lado la propia que, no pocas veces y ¡con razón! ¡Los reclamaba!) Nuestro destino sigue en sus manos, y ustedes, en manos de esa energía superior que los guía y a la que cada uno le pondrá el nombre que desee, a sabiendas de su poder.

Gracias. Simplemente ¡gracias! Y que podamos vivir el año 2021 como debiera ser transitado. Sin miedo… sin peste y ¡con felicidad! Por siempre ¡gracias!

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