
Tocó tierra en la isla de Catanduanes en la madrugada de este domingo con vientos de hasta 225 km/h y ráfagas a 310 km/h que arrancaron tejados, árboles y provocaron inundaciones.
En Manila, la capital, los habitantes de algunas barriadas situadas en zonas poco elevadas fueron evacuados ante el riesgo de inundaciones.
Las autoridades emitieron una alerta que llegó a los teléfonos móviles advirtiendo sobre el riesgo de “vientos destructores” en Manila y las provincias vecinas.
Las autoridades cerraron el principal aeropuerto internacional de Manila durante 24 horas y suspendieron más de una veintena de vuelos
Las escuelas, cerradas debido a la pandemia, se convirtieron en refugios de emergencia, así como los centros de evacuación administrados por el gobierno y los gimnasios.
La crisis sanitaria complica aún más la situación, ya que numerosos recursos de emergencia ya están destinados a la lucha contra el coronavirus.
El archipiélago suma oficialmente más de 378.000 casos de covid-19 y 7.100 decesos.
Enfermos con coronavirus que estaban siendo tratados en tiendas de campaña también fueron trasladados.
Se espera que Goni se debilite “considerablemente” a su paso por la isla de Luzón antes de llegar el lunes al mar de China Meridional, según los servicios meteorológicos.
Pero otro tifón está tomando fuerza en el océano Pacífico y debería golpear de nuevo el archipiélago.
Los filipinos se ven afectados cada año por un promedio de una veintena de tormentas tropicales y tifones, que destruyen cosechas, casas precarias e infraestructuras, manteniendo a poblaciones enteras en la pobreza permanente.
Goni se trata del tifón más potente que alcanzó Filipinas en siete años, desde la llegada del Haiyan en 2013, que mató a más de 6.300 personas en las provincias del centro y del este del país, donde dejó más de 4 millones de desplazados.
El tifón Haiyan dejó a la ciudad central de Tacloban sumergida por olas gigantes.