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¿Por qué cada vez hay más ballenas en el golfo San Jorge?

viernes 25 de septiembre de 2020
¿Por qué cada vez hay más  ballenas en el golfo San Jorge?
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Los investigadores que realizan los censos en el golfo avistan ballenas a diario. Los últimos años contaron más de 3.000 ballenas. Además de ballenas francas, realizan registros de otras especies como ballenas jorobadas y azules, y cientos de delfines de diferentes especies. Desde 2003 cada 25 de septiembre se celebra el Día Nacional de la Ballena Franca Austral en conmemoración del rescate de Garra, un juvenil de esta especie, ocurrido el año anterior. Conocé la historia de este ejemplar.

César Gribaudo, director de Patagonia Red Global Museo Educativo, realiza censos de cetáceos en el golfo San Jorge desde Caleta Olivia desde 1986. Gracias a las diferentes estrategias de protección Gribaudo sostiene que durante los últimos tres años, por ejemplo, realizan avistajes todos los días.

[caption id="attachment_675932" align="alignnone" width="1080"] Todo el esfuerzo de la comunidad dio resultado, al atardecer Garra volvía al mar.[/caption]

“En 2019 vimos ballenas más de 230 días al año, casi nueve meses de los 12 estábamos viendo ballenas; desde enero a julio vimos ballenas todos los días. Este año estamos viendo todos los días y a toda hora” explicó.

El conteo de ejemplares se realiza una sola vez al día cuando la luz es óptima. La mayoría de los registros se realizan desde la costanera de Caleta Olivia pero otro punto alternativo que Gribaudo suele utilizar es un sitio entre La Lobería y Caleta Olivia.

La mayoría de los ejemplares avistados se concentran entre los 700 metros de la costa y aproximadamente 4 kilómetros mar adentro. Hace unos años trabajan en conjunto con los guardaparques del Área Protegida Punta Marqués, en Rada Tilly, y el de Monte Loayza, en Santa Cruz, para obtener mayor información sobre estos ejemplares.

Durante 2004 los investigadores comenzaron a avistar otro tipo de ballenas, ballenas con aleta dorsal -las francas no la tienen- que luego pudieron identificar. Además de las ballenas francas, registraron siete rorcuales, o sea ocho especies con barbas. Cientos de estos registros corresponden a ballenas sei, fin, minke; decenas de jorobadas y algunas Bryde; y cuarto a las enormes ballenas azules, las más grandes de todas.

¿Por qué vemos más ballenas?


Porque después de que la cacería llevó a varias especies de cetáceos al borde de la extinción, la prohibición de la caza comercial dispuesta por la Comisión Ballenera Internacional (ICB) en 1986 permitió que las especies comiencen a recuperarse.

Esta medida, junto a otras que permiten la protección de sus ambientes y fuentes de alimentación, favorece la recuperación de muchas de las especies que habitan el golfo. La población de ballena franca austral, por ejemplo, crece a una tasa del 7% anual.

Las ballenas están recolonizando sus áreas de distribución. Entre 1928 y 1932 el gobierno argentino había dado permisos para instalar factorías de ballenas en tierra. Una de ellas se ubicó en el paraje La Lobería, entre las localidades de Caleta Olivia y Rada Tilly, en el sur del golfo San Jorge. Allí permaneció durante cuatro años complementando a los buques balleneros que cazaban en la zona.

Las bitácoras de estos barcos y los registros de la factoría en tierra coincidían en que las especies cazadas eran las mismas que hoy se registran viviendo en el área. “En determinadas épocas las bitácoras describían a cientos de ballenas en todas direcciones en el golfo San Jorge. Accedimos a mapas de balleneros a nivel mundial de los años 1600 a 1700 en los que en el Golfo, sobre todo la zona sur, estaba lleno de ballenas”, describió el investigador.

La historia de Garra


El 25 de septiembre guías balleneros y buzos locales fueron los primeros en intentar liberar a Garra de las cadenas. La tarea era muy difícil, Garra sacudía su cola con violencia contra el mar, acceder hasta ella era imposible. Así fue que los rescatistas decidieron tomar la original decisión de vararla intencionalmente con la intención de liberarla de las cadenas y mantenerla fresca hasta que la marea vuelva a subir.

Con todo el esfuerzo de la comunidad la tarea pudo realizarse con éxito, al atardecer Garra volvía al mar. Pese a las heridas y el estrés sufrido Garra pudo sobrevivir gracias al esfuerzo de toda la comunidad y fue reavistado en 2006.

El 25 de agosto de 2001, investigadores del equipo del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) registraron en el Golfo San José a la ballena 200 (Victoria) del catálogo de foto identificación del Programa Ballena Franca Austral iniciado en 1970. Ese registro fue realizado desde un acantilado y Victoria se encontraba junto a una cría.

Debido a una llamativa mancha blanca en el lomo del ballenato similar a la huella dejada por el arañazo de una garra, Mariano Sironi (Director Científico del ICB) lo bautizó con el nombre de Zarpazo. Con al menos dos meses de edad, Zarpazo fue reidentificado durante el relevamiento aéreo de la población de ballenas realizado a fines de octubre, cuando aún nadaba junto a su madre en el mismo golfo antes de su primera migración.

Luego de su rescate los investigadores compararon las fotos de Garra con las fotos de Zarpazo, y determinaron que se trataba del mismo individuo, por lo cual pudieron afirmar que el hijo más joven de Victoria había regresado a Valdés con un año de edad.

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