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Coco Muñoz: de Gualjaina a Tokio

lunes 17 de agosto de 2020
Coco Muñoz: de Gualjaina a Tokio
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Algunos necesitan las últimas zapatillas, otros la musculosa más liviana. Él no. Con su mentalidad, ya saca varios kilómetros de ventaja. Esta es la historia de Eulalio “Coco” Muñoz, el chubutense que, con 25 años, rompió el estereotipo de un campesino y logró la marca clasificatoria para los Juegos Olímpicos de Tokio.



(Por Facundo Paredes) Eulalio Muñoz se sintió responsable del último “fracaso” de River. Si Coco no mira los partidos, River empata o pierde. No gana. Su argumento, que carece de coherencia, se cumplió por última vez en marzo, en la definición de la Superliga Argentina 2019/2020. River fue el único puntero hasta la culminación del certamen nacional y dependió de sí mismo para coronarse campeón -y lograr el único título que aún le falta a Marcelo Gallardo en su vitrina-.

Pero sobre el final, sucedió lo inesperado para muchos, lo lógico para otros. Coco Muñoz nació en Gualjaina, un pueblo de la meseta central de Chubut que apenas supera los 1.000 habitantes. Actualmente vive en Esquel.

Con un registro de 2 horas 11 minutos 23 segundos en la Maratón de Valencia, Coco logró en diciembre de 2019 la marca clasificatoria para los Juegos Olímpicos de Tokio, evento que fue postergado para 2021 por la paralización que provocó la pandemia mundial del coronavirus. Para entender la historia de este joven atleta de 25 años que está a un paso de ser olímpico, hay que empezar por su primer amor: el fútbol.

 

-¿Podés dar un ejemplo de tu cábala?


-Una vez, River iba perdiendo 2 a 0 en el primer tiempo. Yo recién llegaba de entrenar. Me metí a bañar y dije: “lo damos vuelta”. Salí y empecé a mirar el partido... terminó 4 a 2 (risas). Le dije a mi suegro: “yo soy la cábala de River”.

 

-¿Te acordás que partido fue?


-No, no. El que me acuerdo perfecto y sé que fue culpa mía es el que empatamos contra el equipo de Zielinski, que si ganábamos, salíamos campeones. ¿Cómo se llamaba ese equipo?

 

-Atlético Tucumán.


-Claaaro. Ese. Y terminamos empatando. Pero, ¿qué pasó? Yo justo corría en Cipolletti y llegué cuando faltaban 10 minutos para que termine el partido. Ahí dije: “¡Nooo, me perdí el partido! Seguro que perdemos”.

 

-Y Boca salió campeón...


-No sabés las cargadas que recibí. Encima yo estaba con la camiseta de River para salir a festejar. No lo podía creer, me gastaron toda la noche. Había salido segundo en la carrera de Cipolletti e hice una buena marca, pero ni eso me tenía contento.

 

Las cábalas no tienen lógica. ¿Puede haber causa y consecuencia desde Cipolletti hasta San Miguel de Tucumán? En el fútbol (y más en el argentino) sí, ya que, como explica el periodista Alejandro Wall, “el fútbol es un lugar en el que casi todos, sean hinchas con sus equipos o analistas con sus ideas, sólo buscan ratificar las subjetividades propias”.

El Club Deportivo Gualjaina fue la cuna de Coco. Allí comenzó a jugar de delantero. Primero, en futsal (una costumbre para los futbolistas de la Patagonia por los factores climáticos que impiden, a veces, la actividad deportiva al aire libre), luego, en cancha de 11. Su posición dentro del campo de juego era la de extremo por derecha o izquierda para sorprender a los defensores rivales por las bandas. Claro, las razones son más que obvias. Desde chico fue rápido. El único equipo de fútbol del pueblo cerró en 2011. Coco, como le pasó a uno de sus ídolos en el Mundial de Estados Unidos 1994, sintió que le cortaron las piernas.


-¿A partir de la desaparición del club dejaste de jugar al fútbol?


-Sí, justamente empecé a correr porque ya no podía jugar más. Mi sueño era jugar en primera. En mi casa no había televisor, entonces leía mucho la revista El Gráfico. Veía que Maradona entrenaba solo. Quería ser como él, porque desde en una villa humilde salió adelante, así que a la mañana me levantaba temprano, tipo 7, y pateaba tiros libres, buscaba la manera de perfeccionarme. Me gustaba mucho. No tuve la suerte de viajar a alguna parte y probarme.

Ni siquiera acá en Esquel. Tampoco me consideré un mal futbolista, fui goleador varias veces y era muy rápido, pero lo máximo que llegué fue hasta sexta (ríe).

 

-¿Aldo Duscher (exfutbolista de Newell’s, Sporting de Lisboa, Deportivo de La Coruña, Sevilla, entre otros clubes) surgió del Deportivo Gualjaina?


-Claro. Él comenzó ahí y después se fue a Belgrano de Esquel. De Esquel dio el salto a Newell’s y se fue para arriba.

 

-¿Quién es más famoso en Gualjaina? ¿Aldo Duscher o Eulalio Muñoz?

-Eh… el más grande siempre va a ser Aldo. Nadie lo va a igualar, fue campeón de todo, llegó a lo máximo del fútbol. A mí me conocen ahora por la actualidad, que por suerte me está yendo bien, pero no se compara (risas).

 

 

Coco se crió en el campo, en Costa de Gualjaina, un paraje que está a 13 kilómetros de Gualjaina. Junto a sus padres (Clotilde y Eulalio) y tres hermanos (Antonio, Albino y Violeta) recorrían esa distancia a pie, ya que no tenían auto, para ir a comprar alimentos o realizar algún que otro trámite en el pueblo.

Entre la ida y vuelta, el viaje por ruta era de 26 kilómetros. Coco, el menor de los Muñoz, tenía que correr porque su familia caminaba rápido para que no anochezca. Eulalio padre era alambrador. Coco aprendió el oficio y lo ayudaba.

Todas las mañanas desayunaban un churrasco con mate o cascarilla con leche. En el verano salían a buscar leña para calentar la casa, así se resguardaban en el invierno, hasta que, luego de cinco años en el campo, la familia Muñoz decidió mudarse a Gualjaina para comenzar otra vida. Tras colgar los botines, Coco se dedicó al atletismo a los 16 años.

Su velocidad era un proyecto, pero aún le faltaba maduración. La primera experiencia fue una carrera de 12 kilómetros que organizó su escuela. Coco, con unas zapatillas Topper y un short de la Juventus, ganó la carrera y sorprendió a un par de corredores amateurs que ya corrían en Gualjaina.

Hugo Nahuelquir, un policía de la región que corría para mantenerse en forma, vio la actuación de Coco y lo invitó a correr 5K en La Media Maratón al Paraíso, la emblemática competencia que se disputa en el Parque Nacional Los Alerces. Coco se anotó a los 5k y, sin darse cuenta, terminó corriendo los 21K.

“Fue la carrera que más me marcó, porque corrí los 21 kilómetros en 1 hora 22 minutos. Creo que fue un promedio de 3,50’. Me acuerdo que se me acercaron y me dijeron que había salido en el puesto 15 en la general, y que era un buen tiempo, porque corrí abajo de los 4 minutos.

A partir de ahí me lo tomé en serio”, cuenta Coco, que en aquella carrera, su primera como “profesional”, estuvo a 10 minutos del ganador.

Coincidencia o no, el mejor de esa edición fue Joaquín Arbe, el otro chubutense que logró la marca clasificatoria para los Juegos Olímpicos de Tokio, que ganó con 1 hora 12 minutos.

 

-Si bien vos sos de Gualjaina, Esquel tiene a dos atletas que clasificaron a los Juegos Olímpicos. ¿Cómo lo vive la ciudad?

-Sí, en 2013 me vine a Esquel. Ya pasaron siete años. La verdad es que la gente me toma como uno más y, por eso, soy un agradecido. Me brindan un cariño enorme y están re contentos por nuestra actualidad. Soy de Gualjaina, pero Esquel me ha dado todo, la posibilidad de entrenarme acá, un empleo y otra vida. Todos están atentos a las carreras en las que nos anotamos con Joaquín.

 

-¿Te reconocen cuando salís a entrenar?

-Sí, sí. Esquel tampoco es taaan grande, pero sí. Me tocan bocina cuando voy por la ruta, otros te alientan, algunos te graban. Es una ciudad muy amable. Con Joaquín somos bastantes conocidos. Últimamente me he puesto un poco famoso, por así decirlo, por un video que se viralizó, en el que entreno en la nieve. Por ahí la gente que conozco, pero que nunca nos hemos puesto a charlar, me empezó a decir que me vieron por la tele (risas). Todos tiran buena onda.

 

-¿Cuál es tu rutina? ¿por dónde salís a entrenar?

-Entreno por la mañana y después por la tarde. Ahora que no trabajo por la pandemia, duermo un poco más. Antes salía a las 6 AM, ahora a las 9 AM. Generalmente, en la mañana salgo para el camino La Portada por la ruta 259. Desde mi casa tengo 5 kilómetros, así que me conviene porque tengo que hacer 10 ó 12 kilómetros.

El año pasado, cuando entrenaba en la mañana y trabajaba, siempre tenía que salir para el centro, porque es donde está el alumbrado público. En el camino para La Portada no hay iluminación y, por ende, no ves nada. Ahora ya puedo salir un poco más tarde, a eso de las 8 ya está aclarando. Igual tampoco es que me paso tanto de frío, el año pasado tenía que salir a correr con temperaturas muy bajas. Por suerte, ahora tengo la opción de salir más tarde, aunque igual hace frío. La otra vez hubo –4 °C (risas).

 

-Pero ya estás acostumbrado, ¿no?

-Sí, todos los años tenemos ese clima que es muy frío. Igual que con la nieve. Hace dos semanas nevó un montón acá, en Esquel, y mi entrenador me dijo que tenía que hacer un fondo. No sabíamos para dónde íbamos a salir, así que corrí arriba de la nieve, no quedaba otra. Por suerte ese día salió el sol y se hizo más llevadero, siempre estamos tratando de buscarle la vuelta al invierno.

Coco es un pibe inquieto, curioso y valiente. Esas tres características motivaron su deseo de salir de Gualjaina, ver qué pasa del otro lado de la Piedra Parada, monumento natural de la zona. Por eso, en el atletismo vio la oportunidad perfecta para comenzar su aventura.

En 2012, corrió un campeonato provincial de cross en Esquel que otorgaba tres pases clasificatorios para el torneo nacional que se llevaba a cabo en Villa María, Córdoba. Coco salió segundo, pero no se puso contento por la clasificación, estaba emocionado porque era la primera vez que salía de su pueblo y de Chubut.

 

-¿Qué recordás del torneo nacional de Córdoba?

-Fue una locura, porque fui como para jugar al fútbol. Tenía un pantalón de la Juventus (el mismo que utilizó en su primera carrera en Gualjaina) y una musculosa. Nada más.

Cuando llego al Nacional, me dijeron que no podía correr así, entonces me dieron una remera de Chubut Deportes y un short de atletismo. Yo dije: “¿me tengo que poner esto? Se me van a ver todos los pelos”. No tenía idea de nada. Lo gracioso es que salí segundo y tampoco caía, porque pensé que era una carrera normal, hasta que volví a Gualjaina, donde el “Chavo” Ortíz (periodista) me hace una nota en la radio y me pregunta si me di cuenta de lo que había logrado. Yo le dije que había salido segundo. Y me dice que era una carrera súper importante, a nivel nacional, así que después empecé a caer (risas).

 

-¿Y del viaje?

-Dos días en colectivo, imaginate, pero iba muy emocionado por conocer un lugar nuevo. Fue mi primer viaje. Los profesores me decían Gualjaina.

Mi familia había hecho una venta de números para juntar plata, así tenía para el viaje. Cuando llegamos a Villa María, le compré regalos a toda mi familia. Me acuerdo que en el día de la carrera, me había puesto a comer milanesa con papas fritas. No tenía ni idea de lo que iba a hacer. Un profe me vio y me dijo que cómo iba a comer eso antes de competir. Yo estaba acostumbrado, en Gualjaina, a comer unos huevos fritos y después me iba a correr, no me pasaba nada.

Así que bueno, me dieron un plato de fideos y me los tuve que comer, medio renegando. Después tuvimos que correr con 40 grados de calor, no te miento, ¡40 grados! Allí conoció a Rodrigo Peláez, su actual entrenador. Rodrigo fue quien lo invitó a vivir a Esquel para que lo pueda entrenar personalmente, ya que Rodrigo no entrena a distancia porque le imposibilita seguir el rendimiento diario del atleta.

En 2013, Coco, decidido, con 17 años, dijo que sí sin la aceptación de su familia, aunque solo 100 kilómetros separan a Gualjaina de Esquel. Rodrigo le consiguió a una beca, un trabajo y un hogar. Coco ganaba 1.000 pesos por su empleo en el Centro de Acción Familiar (CAF). Usaba 400 pesos para pagar la habitación de una pensión que era habitada por seis personas y tenía 600 pesos para sus gastos personales.

Luego de sus primeros tres meses en Esquel, viviendo solo, sucedió una tragedia que le cambió la vida a Coco. Eulalio Muñoz, su padre y de quien heredó el nombre, sufrió una recaída y, dos días antes del cumpleaños de Coco, falleció.

“Cuando mi papá era joven fue golpeado por un caballo y se le quebraron dos costillas. Nunca se hizo tratar, la gente de campo, en ese sentido, es como más fuerte. Pasaron los años y nunca le pasó nada. Hasta que hubo un momento en el que se le hizo como un hematoma. Mi cumpleaños es el 16 de julio y mi papá murió el 14, dos días antes.

Me había echado la culpa porque el que siempre ayudaba a mi papá era yo. Él tenía un problema, bebía mucho alcohol, y a raíz del hematoma, se le descubrió un tumor en la cabeza y le dio cáncer. Por todas estas cosas estuvo dos semanas en cama y la pasó muy mal. A lo último ya no nos reconocía, porque se le ponía morfina cada dos horas. La pasamos muy mal, yo pensé en volverme a Gualjaina, pero mis hermanos, mi mamá y el propio Rodrigo me contuvieron muchísimo. Entendí que esto es parte de la vida, gracias a ellos lo entendí. Por eso cada vez que termino una carrera, señalo al cielo y se lo dedico a mi papá, porque cuando yo terminaba una carrera, él me hacía un asado”, contó Coco en “Mejor Correr”, el podcast de atletismo que conducen Daniel Arcucci y Damián Cáceres. Coco también recordó el fallecimiento de su padre en la charla TED que dio en Esquel. La charla se tituló “Actitud, la clave del éxito”. En esa charla, que duró 15 minutos, Coco dejó de lado el deporte y contó su historia de vida.

 

- En la charla TED te referís a las oportunidades. ¿Cuáles fueron esas oportunidades que saliste a buscar?

-Lo que quise remarcar fue la oportunidad que tuve de irme a vivir a Esquel. Fue una gran oportunidad, yo no tenía la chance de salir. Tengo familiares en Esquel, pero no me junto con ellos, no los conozco mucho. Por eso, venirme a Esquel era todo nuevo, porque no tenía amigos, no tenía escuela, no sabía cómo iba a vivir. Y yo a eso lo tomé como una oportunidad para ser alguien en la vida.

 

- Luego dijiste que para lo que algunos es suerte, para vos sos son tus creencias. ¿Podés profundizar sobre tus creencias? ¿Cuáles son?

-Uno siempre tiene que tener fe y estar convencido de lo que hay que hacer. Hace poquito hice un post en Facebook sobre una película que se llama “Hasta el último hombre”. El protagonista es muy creyente en Dios y dice que para ser un héroe no es necesario llevar un arma, sino que uno mismo es su propia arma. En la película, sin matar a nadie, salva a muchos compañeros y también a los soldados enemigos. Yo pienso exactamente lo mismo, soy una persona que cree mucho en Dios. Siempre trato de ir por el camino del bien, soy muy positivo y tengo mucha fe.

Cuando empecé a correr, me dije a mí mismo que tenía que esforzarme para lograr mis convicciones. Nunca voy a abandonar eso.



-Sos un chico muy humilde y todos hablan bien de vos. ¿Alguna vez te la creíste?

-No, nunca me puse a pensar eso. Ni tampoco creo que soy mejor que nadie.

Yo me esfuerzo muchísimo. Mucho, mucho, mucho. No te das una idea de lo que me esfuerzo. Entreno un montón. Creo que es por eso que los resultados se fueron dando. El esfuerzo no se negocia, hay días en los que no tengo ni ganas de levantarme porque siento dolores o estoy súper cansado, pero le pongo ganas y actitud.

 

- ¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando le dedicás la carrera a tu papá?

- Emoción. Lo que me hubiese gustado es compartir con él todo lo que estoy pasando ahora. En mi primer nacional en pista, mi papá estaba internado. Él me dijo que igual viaje a Buenos Aires a competir y que disfrute la carrera. Por suerte la gané, fue una experiencia hermosa, era la primera vez que viajaba en avión. Fue un momento lindo, pero también feo porque mi papá estaba internado. Es como que se te pasan muchos momentos por la cabeza, pero siempre voy a tirarle un beso al cielo.

 

-¿Recordás la dedicación a tu padre en Valencia, cuando lograste la marca clasificatoria a los Juegos Olímpicos?

-Sí, aunque estaba más eufórico que otra cosa. Estaba a las puteadas, era el tercer intento para lograr la marca.

Viste que dicen que la tercera es la vencida. Por suerte fue así. Salió por poco, pero llegó. Cuando pasé el arco, caminé un poco para adelante y como que no había caído, y ahí fue cuando se me vino la emoción encima, empecé a llorar y me di cuenta de lo que había logrado.



“Nunca se den por vencidos. A veces, parece que no podrá ser, pero siempre sigan sus convicciones. Estas lágrimas son de alguien que nunca se rindió, que llegó a Esquel sin siquiera para comer, pero con ganas de ser alguien en la vida.

Queríamos que lo logre por él y por todos aquellos que a veces se sienten sin fuerzas de seguir. Tarea cumplida y ahora vamos por más”, expresó Rodrigo Peláez después de la Maratón de Valencia, refiriéndose a una foto en la que Coco se tapa los ojos y llora.

Luego, Rodrigo subió un video que describe el momento a la perfección. Coco cruza la meta, lo abraza y le dice a la cámara: “¡Estamos adentro! Gracias, muchas gracias. Saludos a todos. ¡Mínima olímpica la concha de su madre!

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