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Covid-19 con los animales en la ciudad

domingo 17 de mayo de 2020
Covid-19 con los animales en la ciudad
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(Greenpeace).- La pandemia de coronavirus hizo que los espacios públicos de todo el mundo fueran abandonados temporalmente. Las avenidas principales empezaron a estar casi vacías y las plazas públicas silenciosas. Y entonces aparecieron animales nunca antes vistos en ciudades.



Desde que comenzó la época de cuarentena en el mundo se vio a un puma deambulando por las calles de Santiago de Chile y pavos salvajes en Oakland, California. También monos en las calles de la ciudad en Tailandia y ciervos deambulando por las estaciones de tren en Japón. Por supuesto, COVID-19 tiene un efecto devastador en la humanidad. Y que los animales estén en las calles no es nada para celebrar.

La resiliencia de la naturaleza

A lo largo de la historia, la naturaleza ha mostrado una propensión a reclamar tierras que fueron su hogar una vez que los humanos se van. En Chernobyl , por ejemplo, la radiación no ha sido suficiente para suprimir poblaciones de lobos grises, perros mapaches, jabalíes euroasiáticos y zorros rojos .

La travesía de la “osa” Paula en las calles de Londres fue parte de la campaña de Greenpeace para defender el Ártico de la perforación petrolera. Asimismo, la zona desmilitarizada de Corea se convirtió en un refugio para numerosas especies amenazadas, incluidas las grullas de corona roja.

La sucesión ecológica puede ocurrir cuando los humanos abandonan las ciudades. Aquí es donde las especies “pioneras” de corta vida inicialmente ocupan sitios y son reemplazadas con el tiempo por arbustos y árboles, en última instancia, sustentan la vida silvestre más diversa.

Es difícil predecir con exactitud cuán saludables y biodiversos pueden llegar a ser estos sistemas, pero seguramente serán ejemplos de “ecosistemas novedosos”, tras haber cruzado umbrales irreversibles debido al impacto humano, como la vegetación que reclama un edificio abandonado.

Ciudades oscuras

Las ciudades pueden ser lugares hostiles para la vida silvestre urbana debido al hábitat fragmentado, la contaminación, las colisiones de carreteras y las perturbaciones y conflictos con las personas. Y si bien la disminución de la actividad económica en Europa y China produjo por un momento mejoras en la contaminación del aire (que se sabe que afecta gravemente a las aves urbanas), este efecto no duró lo suficiente como para permitir la recuperación de especies de aves sensibles.

“Lamentablemente los ‘exilios’ de especies animales no son nuevos. Desde antes del COVID-19 numerosas especies sufren el avance de la actividad humana e industrial que amenaza sus hogares y obliga a los animales a moverse o desaparecer. Tal es el caso del yaguareté en la Argentina. Hoy, gracias a informes de científicos y especialistas sabemos que en la región del Gran Chaco quedan aproximadamente 20 yaguaretés.

Es muy poco”, expusieron desde la sede argentina de la organización ambiental internacional Greenpeace Cómo se sabe? Por el estado de conservación de su territorio y de la información recabada sobre su presencia en base a cámaras trampa y testimonios de pobladores.

Para vivir los jaguares de la región dependen de territorios de bosques continuos muy grandes (como mínimo 40 mil hectáreas). Pero el avance de las topadoras que derriban los bosques (para generar un suelo de pastura para actividades de ganadería intensiva) fragmenta, aisla y destruye el espacio que necesitan para alimentarse y reproducirse.

Especialmente el jaguar y el puma, son también a menudo cazados por los propios ganaderos, debido al riesgo real o percibido, de que ataquen o se coman al ganado. También la apertura de caminos facilita que mueran atropellados por autos y camionetas. Otras especies animales como el tatú carreta y el oso hormiguero corren peligro. Constantemente su hábitat desaparece bajo las topadoras, incluso las zonas prioritarias de preservación.

¿Qué sigue?: Una vez que el tráfico regrese a los niveles observados antes de la pandemia, debemos repensar las ciudades y nuestros hábitos. La naturaleza puede reclamar lugares que han sido totalmente abandonados durante años, creando ecosistemas novedosos. A largo plazo, esta crisis puede aportar innovación en la comunicación empresarial y el cambio de comportamiento humano, incluida la reducción de los viajes laborales. Esto podría influir en los cambios en el uso del suelo en las ciudades, lo que podría devolver el espacio a la naturaleza.

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