viernes 29 de marzo de 2024
12.9ºc Comodoro Rivadavia

Desde Zungri a Comodoro Rivadavia: la historia de vida de María Nieves Licastro

domingo 23 de febrero de 2020
Desde Zungri a Comodoro Rivadavia: la historia de vida de María Nieves Licastro
desde-zungri-a-comodoro-rivadavia-la-historia-de-vida-de-maría-nieves-licastro
desde-zungri-a-comodoro-rivadavia-la-historia-de-vida-de-maría-nieves-licastro

Nació el 24 de marzo de 1939 en la provincia de Catanzaro, en Italia. Llegó a Comodoro Rivadavia el 21 de septiembre de 1951, seis años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. El comienzo en la ciudad petrolera no fue fácil, como cualquier familia de inmigrantes, los Licastro tuvieron que abrirse paso en un lugar que no conocían. María cuenta que Comodoro no era nada parecido a Zungri, su ciudad natal. El viento, las olas del mar rompiendo en la costa de Caleta Córdova, los barcos petroleros, todo era distinto. En Argentina formó su familia y creció junto a sus padres, dos incansables trabajadores que dieron todo para salir adelante. En esta entrevista, un pedacito más de la historia de la capital petrolera.

En orden cronológico, María Licastro fue la segunda hija de Eleonora Limardo y Salvador Licastro. Tuvo cinco hermanos más. Todos vinieron desde Italia a la Argentina, exceptuando a la hermana menor, que nació en Comodoro. El padre de María estuvo en el servicio militar por casi siete años. Quizá por una cuestión de fortuna, a Salvador nunca lo habían llamado para combatir en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, a pesar de que no fue convocado para el conflicto bélico, el hombre oriundo de Italia buscaba algo que en ese momento no había en Europa: paz.



Salvador Licastro fue el primero de la familia en llegar al país
Salvador Licastro fue el primero de la familia en venir a la Argentina. Llegó en enero de 1949 a Buenos Aires, con la esperanza de encontrar trabajo en el país con la ayuda de su tío. “Papá estaba haciendo el servicio militar en Italia, le daban vacaciones, pero siempre lo hacían volver. Así fue por casi siete años. Supuestamente iban a ser solo dos años, pero su tiempo en el servicio se alargó mucho. En Italia, cuando la gente se enteraba de que le iban a dar la baja del servicio militar, automáticamente preparaba el pasaporte para poder irse. En ese momento, el gobierno liberaba a los hombres del servicio, pero no definitivamente, porque la guerra no había terminado. Mi papá no vino fugitivo, vino con toda la documentación correspondiente y su pasaporte”, rememoró la protagonista de la entrevista con Crónica.



“Nosotros no vinimos a América porque estuviéramos pasando hambre en Italia, allá teníamos campos, podíamos estar tranquilos si queríamos. Vinimos buscando otra cosa. En realidad, era mi padre el que buscaba esta otra cosa”. Salvador Licastro quería paz. Ya estaba cansado de la guerra y el servicio militar. En ese entonces, el italiano tenía solo tres hijos, tres varones, para ser más precisos. Él decía para sus adentros: “mis hijos no van a pasar lo mismo que pasé yo”.

A la mujer de 80 años se le quiebra la voz cuando recuerda lo que fue el comienzo de su padre en Argentina. Sus ojos se iluminan y las lágrimas asoman. Salvador Licastro, el italiano que tuvo seis hijos con Eleonora Limardo, subió al barco que lo traería hasta Argentina el 27 de diciembre de 1949. Ese día, el inmigrante europeo estaba en Genoa, esperando a que comenzara el Año Nuevo de 1949. Finalmente, el 28 por la mañana zarpó hacia su nuevo destino. Al llegar a Buenos Aires, Salvador se encontró con uno de los hermanos de su esposa, que trabajaba en SEGBA y tenía intenciones de ayudarlo a ingresar a la firma estatal. Los meses transcurrían y el italiano no lograba el trabajo que le habían prometido. “Sin que mis tíos se enteren, mi papá sacó un pasaje para venir a Comodoro. Un día después de llegar acá le llegó la carta para trabajar en SEGBA.

Obviamente, ya era tarde. En Comodoro, papá trabajó en Petroquímica el resto de su vida. Se jubiló ahí”, recordó Licastro.

La llegada a Caleta Córdova
“Comodoro Rivadavia es mi sol, es mi vida, amo esta ciudad. Cuando vinimos de Italia fuimos a parar a Caleta Córdova. Me acuerdo que la primera noche fue muy rara, todo era distinto, cosas a las que no estaba acostumbrada. El viento soplaba fuerte, las olas del mar hacían ruido, los barcos cargaban petróleo. Mi mamá lloraba y decía ‘¿a dónde traje a mis hijos?’. Esto era un desierto, imaginate. Nosotros veníamos de Catanzaro, una región similar a la Patagonia, pero a la vez dos lugares muy distintos entre sí”, planteó la jubilada italiana.

Breves historias sobre la Segunda Guerra Mundial
A pesar de que ya transcurrieron muchos años, María recuerda vívidamente la época de la guerra en Europa.

“En mi pueblo no había bombardeos, pero en los poblados cercanos sí. Durante la guerra, la gente solía tomar ciertos recaudos por las bombas. Recuerdo claramente que muchos salían de sus casas por miedo a que las bombardearan. Salían afuera como esperando no verse afectados por las bombas. Muchas veces pasaba que los chicos estaban desorientados, sin saber en dónde estaban sus padres. Algunas mujeres agarraban a los nenes y se los llevaban, por miedo a lo que les pudiera pasar. Después, obviamente, esos nenes se reencontraban con sus papás”.

En la Italia Fascista, el amor por la Patria nacionalista estaba muy consolidado. El gobierno totalitario de Benito Mussolini protegía a sus soldados durante la Segunda Guerra Mundial y hacía sentir esto a los ciudadanos italianos. “Para el gobierno, primero venían los soldados, recién después estaba la gente. Me acuerdo que entraban a las casas y sacaban acolchados, comida, remedios, todo lo que encontraran que pudiera ser útil para los soldados. A lo último entraban y pretendían llevarse las joyas, si es que había. Obviamente la gente escondía estas cosas. Los cigarrillos era algo que no podía faltarles, eso es otra cosa que recuerdo claramente”, contó Licastro.

La Guerra de Malvinas, en palabras de Pierina Sosa
“En 1982 éramos adolescentes, éramos inocentes. La gente salía a la calle con banderas argentinas, contentos por lo que pasaba. Me acuerdo que mi hermano vino enloquecido del Deán Funes, feliz porque habíamos recuperado las Malvinas”, recuerda Pierina, hija de María y Miguel Héctor Sosa.

Héctor Salvador Sosa se ofreció como voluntario para ir a la Guerra de las Malvinas. Al enterarse de esto, su madre le dijo que entonces ella y Pierina iban a ir también como voluntarias para ayudar en lo que pudieran. La respuesta fue directa e inmediata: “entonces no voy”. María recuerda esto con gracia y se ríe.

Pierina cuenta que, cuando entraron del todo en contexto, cuando fueron conscientes de lo que pasaba en el país, su familia empezó a tomar medidas de recaudo por lo que podía llegar a pasar. “Mi abuela empezó a juntar alimentos. Mi tío, que tenía una Ford vieja, de esas con cúpula, le había hecho estanterías a la camioneta, tenía hasta para bajar un colchón, también un botiquín. Él estaba planeando todo para irse por si la cosa se ponía muy fea. Durante todo el tiempo que duró la guerra, mi abuela tapaba las ventanas con frazadas, la casa quedaba a oscuras. Malvinas fue una época muy complicada para los argentinos, y en Comodoro Rivadavia la guerra se sintió mucho”, señaló Pierina.

El matrimonio y los estudios
María Licastro se casó con Miguel Héctor Sosa a los veintiún años. Miguel era de origen vasco-francés, oriundo de La Pampa. “Vino a Comodoro a buscar trabajo con un amigo, a los veinticuatro años. Fue panadero por muchísimos años. Trabajó en la panadería ‘La espiga de oro’ por 38 años. Igualmente, él también hacía changas, de gas y agua, aprendió eso de papá. En la panadería estaba más que nada por la obra social”.

Después de cursar sus estudios en la Escuela 126 de Kilómetro 8, María Licastro pretendía cursar la secundaria en el colegio Perito Moreno. Su padre no la dejó, le dijo que tenía que quedarse con su mamá y ayudar en la casa, ya que la familia era muy numerosa. “Yo lloraba porque no me habían dejado ir a estudiar como quería. Creo que una de las mejores cosas que hice fue inculcarle el estudio a mis hijos. Mi hija se convirtió en maestra y mi hijo trabajó como petrolero. Siento una gran satisfacción por el hecho de que ellos hayan estudiado. El resto de mi vida me dediqué a ser ama de casa y a criar a mis hijos. Estoy orgullosa de mi familia y de mis chicos, que se convirtieron en personas de bien”, dijo por último la mujer oriunda de la región de Catanzaro.

Te puede interesar
Últimas noticias