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Después de trabajar por casi 80 años la panadería La Cooperadora bajó la persiana

domingo 13 de octubre de 2019
Después de trabajar por casi 80 años la panadería La Cooperadora bajó la persiana

Hablar de la panadería La Cooperadora es hablar de una historia de trabajo y sacrificio. Un inmigrante portugués que llegó a esta ciudad en la década del veinte tenía la idea de poner un comercio con el que pudiera darle de comer a su familia. El proyecto tuvo sus frutos y duró casi ochenta años. El histórico local cerró sus puertas en agosto, pero el recuerdo de las tradicionales facturas y el pan recién horneado por las mañanas quedará en la memoria de los comodorenses.

El hombre que cuenta la historia es oriundo de Comodoro Rivadavia, pero sus abuelos y padres vinieron desde Portugal, en busca de un mejor futuro económico y con ganas de trabajar. “Yo conozco la historia de la panadería, lo que mi familia me contó. Mi abuelo materno empezó con La Cooperadora en 1940, él había venido a Argentina en 1924. Los primeros años estuvo en Santa Cruz, siempre con el oficio de panadero. Mi madre contaba que él se había fabricado un horno de barro en las huellas de los caminos que en ese entonces se usaban para transitar con carreta y sacar la lana de las estancias. Eran caminos que además eran usados para transitar entre los distintos poblados de la provincia”, contó Antonio Sarraipo, nieto del dueño original de La Cooperadora.

Después de estar cerca de quince años en Santa Cruz, José dos Santos Batista emigró a Comodoro Rivadavia. El inmigrante portugués quería que su familia progresara, su esposa y sus hijos eran una prioridad. El problema era que su compañera de vida seguía en Portugal, y recién llegaría al sur argentino en 1953. Dos Santos Batista se instaló en la calle Brown al 567 (lugar en donde siempre funcionó la emblemática panadería). Por esas casualidades de la vida, el hombre que había llegado a la Argentina a fines de la década del veinte le compró el fondo de comercio a otro inmigrante portugués: Don José Guerreiro. “Guerreiro fue uno de los primeros pobladores de Comodoro, era el abuelo de los actuales dueños de la panadería ‘La Muñeca’. Él le vendió el fondo de comercio a mi abuelo. A partir de ahí, el trabajo en La Cooperadora fue ininterrumpido”, destacó el entrevistado.

La llegada de María y Ana

María da Conceição Matinhos llegó a Comodoro Rivadavia en 1.953. Por su cabeza solo pasaba el reencuentro con su esposo, José, quien desde hace años se encontraba trabajando en la Patagonia. “Mi abuelo había venido solo. Allá había dejado a su familia entera, a su esposa y cinco hijos. Mi mamá (Ana) llegó con mi abuela y conoció a mi papá acá en Comodoro. Es decir que, la panadería viene de la rama materna, no de la de mi papá”, contó Sarraipo.

Con el paso de los años, los tíos de Antonio empezaron a llegar al país. Primero fue el turno de un hijo varón, que “vino de jovencito” al país, traído especialmente por Dos Santos Batista desde Portugal para que lo ayudara a trabajar en Santa Cruz. El destino quiso que ese joven se instalara en Las Heras e hiciera su vida en esa ciudad. Tiempo después, a fines de la década de los cincuenta, el resto de los hijos del matrimonio portugués llegó a Comodoro para ayudar en La Cooperadora.

“Algunos de mis tíos llegaron ya casados, con mis tías. Estuvieron periodos cortos en la panadería, después se independizaron con otros rubros. La última que estuvo en La Cooperadora fue mi madre. Yo creo que ella empezó a trabajar en el año 1967 o 1968. Yo trabajé con ella desde 1975 hasta 2001, momento en el que le alquilé el local a mi primo hermano, Fernando dos Santos, que de oficio era panadero. Él había trabajado conmigo en la panadería durante veinticinco años. Hasta la fecha, él era el dueño del fondo de comercio. No se cerró por cuestiones económicas o algo de ese estilo; si bien sabemos que son tiempos complicados, La Cooperadora funcionaba bien. El trabajo era sacrificado y las ventas habían bajado, pero andaba bien el negocio. Cerró porque justo coincidió con la jubilación de mi primo, además, la habilitación comercial vencía el 30 de agosto de este año. También hay que tener en cuenta que este es un rubro muy sacrificado, se trabaja un promedio de dieciocho horas por día. Hay que dedicarle mucho tiempo, en algunos aspectos de la palabra, es un trabajo muy sacrificado. A esta altura del partido, yo no quiero trabajar de esta manera, ya soy un hombre grande”, cerró el nieto del fundador de La Cooperadora.

 

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