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Lucía Peluffo, volver a jugar

sábado 14 de septiembre de 2019
Lucía Peluffo, volver a jugar

Su obra “Isabel” forma parte de 30 Fotogramas, muestra en el Centro Cultural Rada Tilly, protagonizada por artistas vinculadas a La Patagonia. Hoy, la conocemos mejor.



Lucía es diseñadora industrial (UBA) y estudió fotografía con Jimena Salvatierra, Lena Szankay, Diego Ortiz Mugica, Julieta Escardó, Agustina Triquell, en Proyecto Imaginario, y en los laboratorios de Paris Ateliers (Francia). Junto a Nicolás Vischi, fundó el estudio MORSA. Trabaja como diseñadora y fotógrafa freelance, y da clases de laboratorio analógico blanco y negro. En 30 Fotogramas presenta “Isabel”, una serie seleccionada por Le Creative Image Lab a participar de una muestra colectiva, dentro del programa del festival Voies Off, en el marco de los Rencontres de la Photographie d’Arles, Francia. En ella, cuenta la historia de un territorio fantástico, de un viaje imaginario, de un nuevo mundo: el que se crea cuando Lucía e Isabel, juegan.



¿De qué se trata “Isabel”?
Isabel es el nombre de mi sobrina, ahora tiene 6 años. Empecé este proyecto cuando ella tenía 3 años. Las fotos las hago en la casa donde crecí, vamos todos en familia todos los fines de semana. Cuando ella era chiquita pensaba que yo era como ella, decía: “Lulú es chiquita como yo” y yo le preguntaba: “¿Y cuántos años tengo?”, “5” me respondía. Veía una diferencia de tamaño, como que tenía que ser un poco más grande pero no me concebía como un adulto. Me permitía recorrer tanto ese espacio físico como el temporal de la infancia de mi casa de nuevo, de alguna manera. Cuando nosotras estábamos juntas había como una pérdida del tiempo, entonces empecé a sacar fotos cuando jugábamos. La cámara analógica ayudó mucho porque era como un juguete más. Era mi juguete. La incorporaba cuando sentía que la podía incorporar, si no no. El proyecto me llevó tres años y medio, no tengo tantas fotos y la veo todos los fines de semana. Era realmente cuando yo creía que no iba a dañar el momento. Después había algo que le faltaba al proyecto. Para mí, es haberme permitido volver a recorrer el mundo infantil, era como nuestro mundo que ocurre en su espacio y tiempo. Sentía que me quedaba bastante trunco entonces agarré los juguetes pero no quería hacer un registro documental. Los juguetes, que eran míos pero que ahora son de ella, se mantuvieron en esa casa. Los llevé al laboratorio, el primer registro era como quieto, pero lo sentía como duro, y después empecé a jugar mientras exponía el papel. Generó esas figuras en movimiento que no se terminan de identificar, me permitió volver a jugar en un espacio mío de hoy en día de otra manera, sola. Quedaron esas imágenes para el recuerdo y a la vez el registro de la animación del objeto inanimado, como los niños. Fue otra herramienta que incorporé al proyecto. Después de eso seguía faltándome la casa. Como otra manera de jugar, le di una cámara a ella cuando tenía 4 años, de formato medio. Todas las fotos cuadradas son de ella, las de formato medio son mías. Al principio disparaba, me traía la cámara y yo le pasaba el rollo y se la devolvía pero llegó un momento que ya no le expliqué más, ella sacaba. Por ahí sacaba una foto por fin de semana. Por ahí faltaba una para exponer y le decía: “Dale, sacá”, y ella: “No, no quiero más” -risas-. Para mí también fue una lección de tiempo, de manejo de la ansiedad. Era su cámara y sacaba cuando ella quería. En dos años sacó tres rollos, cuatro. La cámara siempre estaba ahí. Ni siquiera salieron todos los negativos expuestos pero lo que me fui dando cuenta es que ella lograba mostrarme la casa como iba con el proyecto, como yo recordaba o anhelaba tener. Son fotos re importantes, con copias más grandes que las mías. La imagen del proyecto, la mejor, la que todo el mundo me dice sin saber que las cuadradas son de ella y las rectangulares son las mías es una que sacó ella. Eso me parece espectacular. Siento que es un logro del proyecto. Al mismo tiempo empecé a registrar los sonidos, nuestras conversaciones cuando jugábamos, dejaba el teléfono grabando. Así tengo horas y horas de registro. Era cuestión de desgrabarlas, editarlas y en la sala hay más de 16 minutos de audio. Quería que tuviera video, me compré una cámara el Súper 8, que no pertenece a mi época tampoco, un cartucho y grabé solo ese cartucho con una cámara que ni siquiera sabía si funcionaba en la misma manera de operar. Dura lo que dura la película, no está editada y es eso. Hay cosas que quizás sacaría pero la idea era no agregarle, dejarlo en ese juego. Esos son los elementos de la muestra.



Hermoso no interrumpir el momento por sacar una foto...
Viví un año afuera y la había extrañado muchísimo. Ella cuando volví me permitió todo esto. Me tiene un amor, como yo a ella, es mutuo muy muy especial y a mí me hace muy bien. No quería arruinar nada de eso. Volví y prefería hacer pijama party con ella en esa casa que salir con amigos -risas-.

Expusiste la muestra en Francia ¿Cómo estuvo?
Fue la primera exposición de la muestra. Copié todo para irme para allá, las enmarqué con una amiga que enmarca increíble, hablé con la policía de seguridad aeroportuaria, con la aduana, con todo el mundo para que me permitan viajar con 34 obras enmarcadas en 2 valijas. Y lo logré. Fue increíble porque alguien apostó por el proyecto. Me dieron una sala re grande, 2 proyecciones de video porque también se proyectaban los subtítulos en francés, el audio, recibí re buenas devoluciones. Fue un fin de semana re lindo, nos invitaron a todos los autores a hacer un recorrido, íbamos caminando por la ciudad y la gente se iba sumando a ese tour en el que cada uno presentaba su obra.

Desde 30 Fotogramas cuentan que cada autor está relacionado con La Patagonia de alguna manera ¿Qué te une? ¿Qué te inspira?
La idea de los chicos fue traer a alguien de afuera, nuevo, a Rada Tilly. Además de eso, conceptualmente, los trabajos de la planta baja tienen una relación con la región y con el territorio físico. Lo que les interesó del mío, además de traerme como invitada, es el territorio de la infancia, un territorio del recuerdo, de otro tipo que puede ser cualquier lado, un espacio que todos transitamos. En mi caso es mi casa de la infancia pero todos tenemos ese lugar.



El primer libro de Lucía “Somos uno. Somos dos.” (2016), fue finalista en Encontros da Imagem (Portugal), el Premio de Fotolibro Latinoamericano 2017 (México) y en la Exposición de Fotolibros Iberoamericanos de Lisboa (Portugal). En junio presentó “Isabel” y en septiembre “No sé si es una tormenta”. “Terminó la locura de producción de los dos libros, ahora a difundir los trabajos. Ver para donde sigue. Los tres libros se producieron de una manera re diferente, vamos a hablar un poco de los tres, me motiva, contar cómo hice cada uno y por qué cada uno toma la forma que toma” adelanta. Podés visitar “Isabel” en 30 Fotogramas, la exposición colectiva de artistas permanecerá abierta hasta el 26 de septiembre en el Centro Cultural Rada Tilly.

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