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Los botines de la revolución

miércoles 14 de agosto de 2019
Los botines de la revolución

El primer registro de un partido de fútbol jugado por mujeres en la Argentina nos lleva a 1923, en la vieja cancha de Boca Juniors, donde se enfrentaron las “Argentinas” y las “Cosmopolitas”. En Comodoro Rivadavia hace más de 30 años que se juega fútbol femenino de manera recreativa. Pero el fin de semana pasado se disputó el primer partido oficial de Fútbol 11 organizado por la liga local entre el Club Atlético Rada Tilly y la Comisión de Actividades Infantiles. Aquí, una radiografía de uno de los equipos que marcó un hito en el deporte comodorense. La historia detrás de la pelota pateada por chicas.





(Por Facundo Paredes Fotos: Christian Emmer) “Cuthbert, la goleadora en las eliminatorias. Escocia 3, Argentina 0. Sueño terminado”, lanza el relator de la TV Pública en el último juego de la selección nacional en el Mundial Femenino de Fútbol de Francia 2019. Corre el minuto 70 y tanto los presentes en el Parque de los Príncipes como los miles de televidentes repartidos por el mundo dan por hecho el comentario que se expresó por la transmisión. Sin embargo, como toda regla, hay una excepción.

Las futbolistas que representaron a la celeste y blanca en tierras del roquefort y la baguette metieron tres goles en menos de veinte minutos y, de esta manera, marcaron un antes y un después en la historia del fútbol femenino. Tendencia en los diarios, radios y, por supuesto, en las redes sociales.

Una muestra de actitud en el peor escenario, la mejor remontada que no terminó en un triunfo. El primer gol -y segundo para el equipo- de Florencia Bonsegundo se replica a través de videos y gifs. Por eso, a tres o más vuelos de distancia que superan las veinte horas sobre el cielo, Rocío Viegas Bordeira lloró.

Bordeira es jugadora del Club Atlético Rada Tilly (CART). Las emociones que se vivieron aquel 19 de junio se trasladaron desde París hasta la villa balnearia. “No sé por qué, pero me llegó”, cuenta.

Pasaron casi dos meses del épico empate con sabor a victoria (el resultado fue una excusa) y en Comodoro Rivadavia también se produjo un suceso revolucionario. El pasado sábado 3 de agosto se disputó el partido inaugural del primer torneo femenino oficial de Fútbol 11 de la liga local. Las protagonistas fueron las chicas del Club Atlético Rada Tilly (CART) y de la Comisión de Actividades Infantiles (CAI), el escenario que albergó la ruptura de la desigualdad fue la cancha de Rada Tilly, donde la visita apabulló por 7 a 1 a las locales (nuevamente, el resultado es otra excusa).

A tres días de esos 70 minutos (a diferencia de los hombres, el partido se lleva a cabo en dos tiempos de 35 minutos) que nunca olvidará el deporte comodorense, me acerco a las instalaciones del “Aurinegro”.

El plantel del CART entrena a la noche hace tres semanas y dos veces lo realiza en el club, los días restantes en un gimnasio. Emiliano Carvajal, director técnico, me citó a las 20:30 horas para la entrevista grupal. “Las chicas están entusiasmadas”, me dice el DT.



-¿Cómo se sintieron el sábado?

-“Raras”, responden todas en simultáneo, como si hubieran ensayado la respuesta. Luego, se ríen.

“Obviamente, como todo partido te sentís media frustrada por la derrota. Pero fuera de eso, jugamos bien y nos sentimos cómodas, a pesar de que en algunos momentos no nos encontrábamos”, relata Cintia. “Eran nervios. Algo nuevo, nos metimos en algo sumamente desconocido. No sé si les pasó a todas, pero un amigo de mi mamá me preguntaba del torneo oficial femenino y yo nunca antes había escuchado que alguien hablara del fútbol femenino; mucho menos algo oficial”, cuenta Lucía. “Lo tomamos como una experiencia.

También nos sirvió para sacarnos el miedo”, agrega Ariatna. La dejo terminar y le pregunto si les dio miedo. “No es miedo, pero es algo distinto”, responde.

Paloma Dichiara es la más chiquita. Tiene 14 años, comenzó en el fútbol a los diez y mide, a ojo, un poco más de un metro cincuenta.

Su altura y menudo cuerpo no le impidió que usara la 10 en la espalda en el primer duelo ante CAI y que choque con las rivales que duplicaban su edad. “No tuve miedo, antes capaz no me animaba porque me tiraban enseguida. Ahora sigo intentando”, dice. Termina de hablar Paloma y empiezan los chistes: “Palo se la pasó en el piso”, “le sacaban tres cabezas”. Hasta que el entrenador resalta “esa es una gran característica de Paloma, tiene mucho huevo, en este caso, muchos ovarios”, entre risas.

Lara Gelvez también tiene 14. Es defensora, juega de lateral y con una particularidad: comparte la banda derecha con su mamá, Cintia, quien es la mariscal del grupo.

Es una especie de Agustina Barroso Basualdo -defensora central- y Adriana Sachs -lateral derechoen la Selección Argentina. Cintia Salazar tiene 32 años y es la más grande del equipo. “Estamos re acostumbradas con la convivencia, porque ya hemos jugado varios torneos de futsal juntas”, responde Cintia tras ser consultada de cómo es el día a día con chicas menores que ella.



-Ya que todo es nuevo, ¿cómo fueron los primeros minutos del partido?

Todas se miran las caras y se vuelven a reír. Empieza el show de chicanas amistosas: “El viento no nos dejaba ver”, “fue culpa de la pelota”, “el terreno de juego estaba medio complicado”, y Carvajal cierra con “nos la podían parar”, burlándose de los siete goles que les convirtieron.

Después, en serio, concluye: “Es un mundo nuevo. Recién están aprendiendo, pero lo importante es que tienen muchísimas ganas, y sabemos que tenemos un buen material para seguir desarrollándonos.

No sé si nos va a pasar lo mismo que nos sucedió en el fútbol de salón, donde empezamos trastabillando y después llegamos hasta la última instancia. Con el trabajo que le metemos y el esfuerzo constante de ellas, seguramente no nos vamos a comer otro 7-1. Y, más allá del resultado, ahora logramos conformar un equipo, que es lo más difícil de conseguir. Después, por otras cuestiones, se verá el once titular.

Lo importante es que consolidamos un buen grupo humano, sabemos que son muy compañeras”.

El plantel lo toma con humor. Perder no es la muerte de nadie, no hay exageraciones en este ambiente.

Tampoco barra bravas que aprieten por una caída ni periodistas que critiquen un mal pase. En la experiencia de descubrir sensaciones, las chicas se divierten. Para algunas, es un juego. Para otras, una pasión.

Pero lo que sí es seguro, y además se refleja, es que se cuidan las espaldas entre ellas. Tanto que hicieron una bandera dedicada a Valentina Angelini, una compañera del plantel que se lesionó antes del comienzo del certamen. Valentina, recalcan las chicas, fue la que más emocionada estaba por el histórico torneo. Y, por cosas del destino, tendrá que estar ocho meses afuera de las canchas.

“Las grandes son un apoyo para las juveniles. Eso trajimos desde el futsal a cancha de once. Si a las más chicas les pasa algo, saltamos nosotras a defenderlas. Ellas son el futuro. Siempre vienen a entrenar y se lo toman con responsabilidad. Las que somos mayores aceptamos que están en crecimiento y aprendiendo, por eso las ayudamos y no las retamos ni le gritamos. Es más, las chiquitas van a terminar cagándonos a pedos a nosotras, las viejas”, sentencia riéndose Tamara Páez, la preparadora física, volante central, capitana y quien inició el proyecto del fútbol femenino en el CART.



-¿Desde chicas les gustaba el fútbol o su acercamiento a este deporte fue más reciente?

-“Cotto” Remolcoy: Desde los ocho años jugaba en el barrio con todos los chicos. Era la única mujer entre hombres.

-Paloma Dichiara: A mí siempre me gustó, pero desde los diez empecé a jugar. También jugué al handball y lo dejé por los horarios.

-Lucía Alaniz: A mí también, pero deduzco que pasa por la crítica.

Todos decimos “uh, Higuaín, te comiste un gol”, pero hay una cuestión de que muchas personas, incluida mujeres, no apuestan por el fútbol femenino. Eso afecta y son aspectos a tener en cuenta.



-¿Alguna sufrió ese prejuicio?

-Daiana “Beba” Mendoza: Sí. Siempre fui la “marimacho”. Te dicen que las mujeres no pueden jugar al fútbol y que tenés que hacer “cosas de mujeres”. O no podés usar ese pantalón porque es de hombre. Y así. Mi familia me lo decía en “chiste”, y la gente de afuera no. “Dejá de perder el tiempo para algo que no servís”, cosas así.

-Cintia Salazar: Me pasó con mi hija. Un familiar me dijo que ella no iba a tener futuro, que era mejor que estudie a que haga fútbol, porque te ocupa mucho tiempo entrenar. Es de lunes a viernes y, aparte del club, acá hay cuatro chicas de las juveniles que están preseleccionadas para la sub 14 y sub 16 de Comodoro en fútbol de salón.

Mi hija -Lara- entrena toda la semana y sus familiares la ven desde ese lado, que invierte un montón de tiempo, y más o menos le dieron a entender que no sirve mucho que lo haga. Ella me vio jugar a mí, nunca la influí en nada, y sola quiso empezar en el fútbol.

-Tamara Páez: Igual creo que acá en Comodoro eso está cambiando un montón. Lo que está pasando ahora con todo el movimiento, que se lo decimos con Emi en el vestuario, es que se revolucionó el Fútbol 11, están llegando chicas nuevas, otras preguntan. Nadie esperaba que se hiciera. Comodoro siempre fue salón. Nunca le dieron la oportunidad a la cancha grande.

Con Emi presentamos el mismo proyecto en un club popular de la ciudad y no nos dieron ni bola. En cambio, acá pasó lo contrario.

“El movimiento de mujeres es, hoy, la organización política y social con mayor capacidad transformadora de la Argentina. Su amplitud, la profundidad de sus planteos y la potencia de lo que millones de mujeres estamos descubriendo son arrolladoras. Vamos a parir un mundo distinto. Y nosotras, las mujeres futboleras, decidimos que el del fútbol también necesita ser transformado; que el fútbol femenino tiene que ser valorado, jerarquizado y profesional; que los clubes deben ser, también, hogar de las mujeres”, escribió Ángela Lerena, la periodista deportiva emblema que recorre las canchas del fútbol argentino, en el prólogo de “¡Qué jugadora!”, el gran libro de Ayelén Pujol sobre la reconstrucción de la historia del fútbol femenino en la Argentina.

Exactamente lo mismo sucede en la ciudad del viento. Ni el clima ni los campos de juegos de tierra, tampoco la desorganización de la casa madre de la pelota situada en la Hipólito Yrigoyen y, mucho menos, la distancia son impedimentos para que veintidós mujeres anhelen un grito de gol. Un ejemplo claro es el CART. La mayoría de las chicas son de Comodoro y viajan hasta Rada Tilly sólo por amor a la redonda. Tamara Páez, la “profe” y al mismo tiempo mediocampista, vive en el barrio Próspero Palazzo y se cruza todas las zonas de la localidad petrolera para estar una hora y monedas junto a su equipo.

El fútbol femenino nunca fue una moda. Si bien se lo utiliza para “diferenciar”, sigue siendo ridículo que se caracterice al fútbol tanto en masculino como en femenino.

Es fútbol, punto y aparte.

Finalizada la entrevista grupal, las chicas se dirigen al entrenamiento.

Es martes por la noche y el pronóstico del celular marca 6°C.

El coach Emiliano ordena ejercicios de precalentamiento en el medio de la cancha. Narices rojas como Rodolfo, el reno de Papá Noel, calzas térmicas, gorritos, guantes, algunas con joggings y otras, la minoría, de shorts. El entrenador elige una mitad de cancha y divide dos equipos. Hay partido, pero tarda el pitido inicial.

“¡Dale Emi, hace frío!”, se escucha.

Mientras, se vuela un mini cono naranja flúor. La tierra entra en los ojos, las orejas y las manos se congelan. El partido aún no empieza, Emiliano les dice a sus jugadoras que recuerden con quien comparten equipo porque no tienen pecheras para diferenciarse.

El partido inicia. Pasan unos minutos y gol de “Cotto”, la habilidosa.

El viento y frío continúan presente. Otro cono vuela y otro gol de “Cotto”. Dos a cero. Ariatna no se cansa de pasar por la banda y grita cada vez que corre por detrás. Faltan pocos minutos para las diez de la noche, el frío hasta causa risas por lo extremo de su fuerza. Las chicas no paran, el “picado” está por terminar y el tercer y último cono vuela por el viento, como los prejuicios que se rompieron el sábado por la mañana.

El partido, seguramente, se asemeja a los duelos disputados en las canchas de Estrella, Belgrano y San Martín en la década del 70. La bocha pica, el viento impide la triangulación de pases y las jugadoras están abrigadas como para ir a esquiar. Ayer, fueron los goles de “Bety” Neira, la principal referente del fútbol femenino en Comodoro Rivadavia que se escapaba por la ventana para salir a jugar. Hoy, las que festejan son las chicas de los diecisiete equipos que conforman el primer torneo oficial de fútbol femenino.

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