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Shaman en llamas

lunes 29 de julio de 2019
Shaman en llamas
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Shaman Herrera es uno de los máximos referentes de la escena musical independiente nacional. Nació en Comodoro, vivió en La Plata, se mudó a Epuyén buscando una nueva vida y encontró mucho más. Ahora pasa tiempo en familia, arma su huerta, se compró una motosierra, pasea por el bosque y compone como nunca.



(Por Flor Nieto | Fotos de Juan Francisco Sánchez) Primero fue Shaman, Shaman y los Hombres en Llamas, Shaman y su guitarra embrujada, Shaman y Los Pilares de la Creación. Ahora encabeza Shaman y El Fuego junto a Tulio Simeoni en batería y Pablo Girardin en tuba. Recién pisa Comodoro, vino de visita con su familia. De visita y a tocar con El Fuego y con Titín Naves. Ahora vive en Epuyén, pasa tiempo con su hija Govinda, arma su huerta, se compró una motosierra, pasea por el bosque y compone como nunca. Trabajó y aprendió de Daniel Melero, del ganador del Grammy Latino Neto García, El mató a un policía motorizado y muchos más. Shaman es uno de los máximos referentes de la escena musical independiente nacional y hoy charlamos con él.

-Acabas de llegar a Comodoro ¿Cómo es volver?

Siempre vuelvo, la última vez fue hace tres meses. Siempre vengo a ver a la familia. Cuando puedo, meto fecha. Cuando no, visito a los amigos. Recorro lugares, recuerdo anécdotas, las comento con el que esté en ese momento, me cago de risa, me acuerdo cosas feas -risas-. Siempre es eso, recordar la adolescencia, haber transitado las calles, los lugares, las personas.

-¿Cuál es el recuerdo recurrente?

Ir a la costanera, recuerdo las épocas del Galpón de Bellas Artes. La Escuela de Arte fue mi primer lugar de formación artística. Todavía sigo viendo a los personajes que conocí ahí, Fede Cusolito, ahora le produje un disco y fuimos juntos a la escuela. Todos esos lugares que me remontan a recuerdos de la adolescencia siempre son muy lindos para volver. Obviamente Diadema, Diadema siempre. Siempre que vuelvo y puedo me echo una escapada. Ya no tengo muchos amigos allá, me quedan un par que generalmente no los encuentro mucho porque todos están laburando boca de pozo pero doy una vuelta por el barrio, me trepo, voy al tanque, a la roca de los nombres. Mucha nostalgia linda.

-¿Qué pensás en el camino?

Ahora vengo manijeando con ganas de encontrarme con los muchachos, con Pablo, con Tulio y tocar. Con abstinencia de tocar con amigos. Allá en Epuyén estoy un poco solo musicalmente. Ahora me empecé a juntar con un gallego en Mallín y de a poquito estamos avanzando en un proyecto nuevo que no sé qué es. También ver qué tema vamos a hacer con Titín, manija con la fecha. Vengo muy mentalizado para eso y con ganas de tocar.

-Estás tocando con Pablo y con Tulio ¿Cómo surgió?

Cuando empezamos a juntarnos la idea era agarrar las canciones de los Hombres en Llamas. La idea de los Pilares era crear nuestro propio universo, nuestras propias canciones, llevarlo a un lugar diferente de los Hombres en Llamas y las canciones de los Hombres en Llamas quedaron huérfanas.

Las tocaba siempre yo solo. Quise retomarlas con los arreglos que habíamos hecho. Lo convoqué a Tulio, el baterista de los Hombres en Llamas, y a Pablo. Me pareció genial meterle la tuba, que estaba buena la combinación, un power trío que en vez de bajo tiene tuba. Ahora ya estamos componiendo temas nuevos y la banda empezó a tener su propia identidad, estamos planeando una grabación para el año que viene. En el medio de todo me vine a vivir al sur pero con los pibes es diferente a los Pilares.

Los Pilares era una banda que necesitaba mucho ensayo al ser más integrantes, era un poquito más complejo. Con los chicos es diferente. Tulio es co-compositor de las canciones, las tiene muy incorporadas. Casi no necesitamos ensayo. Pablo es un tipo súper profesional, tiene otra mentalidad muy diferente. No viene del Rock, es profesor de física en la Universidad de La Plata y le gusta tocar la tuba. Tuvimos una conexión muy copada y tampoco necesitamos mucho ensayo. Por eso el proyecto perdura y siempre que viajo a Buenos Aires toco con ellos.

No estoy tocando con Los Pilares no porque no quiera o se haya terminado sino porque están todos medio dispersos. Edu está en Europa hace cuatro meses girando con Sara Hebe y ahora cuando vuelve tiene presentación de disco. El Mono Conti, Adrián, vive acá en Rada Tilly. Ale está haciendo Tango. Juli se está yendo a Europa hasta no sé cuándo. Los Pilares se dispersó no se disolvió. Los pibes se fueron a hacer sus cosas y ni bien tengamos la oportunidad seguro vamos a armar algo.

-Daniel Melero dijo: “Los dos discos de Shaman y Los Hombres en Llamas para mí son de las mejores cosas que hice” ¿Qué aprendiste de él?

De Melero aprendí más que nada a escuchar y estar atento. Es un tipo que está muy informado, es un investigador de la música, de lo que sucede. Melero me presentó un montón de música nueva para mí, me mostró a Scott Walker por ejemplo. Me voló la peluca y me transformó como artista. Que te muestren otros artistas que nunca viste y que te lo muestre alguien como Melero, súper grosso, súper conocido vale más. Es completamente subjetivo, uno va como un pichón. Melero te dice: “Escuchá esto” y lo vas a escuchar. Me pasó eso. Me mostró mucha música, me habló mucho de conceptos artísticos no tanto de sonido o técnica sino arte. Es un tipo que tiene mucho arte. Fueron muchas charlas en las que el que hablaba era él obviamente -risas-. Siempre súper predispuesto. Un capo, un genio, un divino. Conmigo siempre se portó súper bien y estoy eternamente agradecido.

-Trabajaste con El mató a un policía motorizado, La Patrulla Espacial, Prietto viaja al cosmos con Mariano y más ¿Qué buscás como productor?

Más que nada mi idea siempre es completar lo que al artista le falta. Primero trato de entender por qué alguien quiere laburar conmigo, qué les interesa de mí, mi visión y a partir de eso uno va. Hay gente que se entrega completamente y otros que no. Uno se va adaptando como productor a los diferentes artistas y la idea siempre es sumar. Cuando no sumo me doy cuenta, el artista se da cuenta, se corta y está todo bien que se corte. Me gusta participar en los proyectos que me sumen en experiencia, compartir con los artistas. Antes que productor soy artista entonces es eso, mi idea es aprender. Trabajar con El Mató, con Mi Amigo Invencible para mí fue eso, aprender. Eso fue tan copado por no solo lo que yo les haya dado sino por lo que ellos me dieron a mí. Para mí es lo más importante. Siempre busco aprender de los proyectos en los que participo.



-Es difícil pararse desde afuera y mirar pero ¿Podés describir tu aporte a la escena platense?

No sé si pienso el aporte. Nunca me puse a pensar. Sí creo, pensándolo ahora sin mucho análisis, una mirada externa. La Plata es una ciudad que tiene una identidad muy marcada. Una banda de La Plata suena a una banda de La Plata.

Con las que yo trabajé trascendieron ese sonido. Si bien muchas lo tienen y lo conservaron, siempre intenté aportarle algo extra. Pienso Ático, una banda híper mega platense y cuando laburamos ellos venían con un sonido y lo llevamos hacia algo mucho más space. Creo que metí mucho eso, mucho rock espacial -risas-. Por ahí es eso, siempre traté de aportarle algo que saque un poco del encasillamiento más que nada a las bandas platenses que sonaban bien platenses. Tampoco me interesa mucho pensar en qué aporté, está bueno que suceda, que alguien note que hubo un aporte mio pero no me desvela.

-¿A vos qué te cambió La Plata?

Todo. La experiencia, haber compartido con tantos artistas increíbles, fue mi escuela, mi universidad fue La Plata. No la Universidad, La Plata. Estar en la ciudad, vivirla, caminarla, ir a recitales, conocer gente, conocer artistas y nutrirme de todo eso, el movimiento, estar en constante búsqueda de sonidos y de artistas. Eso es lo que más me aportó, fue como una escuela zarpada de la vida y de la música.

-De Patagonia a La Plata y de La Plata a Patagonia ¿Qué te hizo volver?

Primero fui padre, eso siempre te cambia el chip y lo que uno quiere. Aparte siempre mi idea fue volver. Siempre me sentí patagónico, siempre traté de llevarlo en mí y que esté bien marcado y claro mi lugar de pertenencia. El artista es hijo de su lugar y de su tiempo, al ser padre y los movimientos, el corazón y todo me hizo querer volver.

Sumado todo a la cuestión social, a la macrisis y toda la gilada esa que te lleva a querer volver a la fuente, a los lugares que me inspiran para tener otro tipo de perspectiva, otra visión de lo que pasa. Cuando me fui, en Buenos Aires, en La Plata estaba todo bastante turbio desde mi perspectiva, me costaba mucho encontrar el viaje en esa nube de mierda que había dentro de las personas, una tensión constante. En una me hinchó las bolas, no solo a mí sino que a mi compañera. Fue una decisión familiar. Se dieron las cosas para que podamos venir y volvimos. Estamos felices, fue lo mejor que hicimos y que podríamos haber hecho -risas-.

-¿Cómo es la vida en Epuyén?

Súper tranca en comparación de lo que era allá, otro ritmo de vida. Al mismo tiempo es mucho más activo no en el sentido de tocar pero sí estoy componiendo todos los días. Trato de no encasillarme, de no caer en la formulita aunque a veces no me salga -risas-. Siempre estoy buscando nuevas formas de creación y alimentar el espíritu artístico que es lo que me lleva hacia adelante y me empuja hacia la muerte -risas-. Me quiero morir haciendo esto así que es lo que hago, estoy en esa.

A Página/12 le dijiste que tuviste la misma sensación al comprarte una motosierra que una guitarra...

Sí -risas-. Es posta, es un instrumento increíble. Cuando me compré la motosierra fue increíble -risas-. Me está esperando cuando vuelva, tengo que ir a cortar unos tronquitos. Es otra cosa. Fui a buscar otra vida, otro tipo de situación.

Siento que la música es re importante, lo más importante después de mi familia pero la vida me demuestra que hay otras cosas que disfruto. Estar en contacto con la naturaleza, la motosierra, hacer la leña, armar la huerta, salir a caminar por el bosque, esas cosas me llenan y no las tenía. Me hacen muy bien. La motosierra va por ese lado, es mi guitarra de esta otra vida que elegí y está buenísimo.

-¿En la cordillera las canciones llegan más rápido?

No sé si me llegan más rápido o tengo más tiempo. Me levanto a la mañana, estoy con mi hija, toco la guitarra, ella se va a dormir la siesta, sigo tocando la guitarra, grabo ideas pumpum, estoy mucho más productivo. No sé si llegan más rápido o estoy más metido en ese labor de compositor. En este último año hice 40 canciones. Para mí es un montón, siempre hago 10 u 11.

Hice 40 y estoy como loco porque no sé qué voy a hacer. Capaz llegue a 100 para hacer un disco de 10. Hace 10 años hacía 40 canciones y eran 4 discos, ahora son 40 canciones y todavía no llego al disco.

Quiero crear mucho y elegir, poder elegir las 10 mejores de 100 y hacer un discazo. Quizás tardo 5 años más. Desde el 2004 vengo sacando un disco cada año y medio, ahora me tengo que contener bastante. Igual tranca, me tiene sin cuidado. Estoy muy ocupado con la vida de padre, ahora voy a ser padre otra vez así que estoy muy metido en ese plan.



-¿Qué cambió Govinda?

Todo. Un hijo te cambia todo, es hermoso. Es medio indescriptible, es algo que hay que experimentarlo o no, no hay que experimentarlo una mierda, está todo bien. Yo creo que si llega el momento en el que uno quiere tener un hijo, como llegamos Regina y yo, es hermoso.

Si te viene sin querer es un garrón -risas-, por eso hay que legalizar el aborto también. La paternidad te cambia el chip de la vida, los valores, lo que es importante. Eso, qué es importante ¿Qué es importante? La vida. Ahora yo estoy aprendiendo a morirme. Un hijo también te prepara para eso. Estoy pensando mucho en la muerte pero bien, no en la tristeza de la muerte sino en la transformación. Es el nacimiento, es la vida, pero también es la muerte. Cuando ves una punta de la vida también ves la otra. Estoy en el aprendizaje de cosas profundas para vivir una existencia calma y morirme bien. Quiero morirme bien, eso es, no quiero estar ansioso ni desear nada. Quiero estar cada vez más libre de las cosas mundanas, de los malestares mundanos, del bajón. Te estoy diciendo lo que quiero, quiero dejar de tener esos bajones pero quiero dejar porque los tengo -risas-.

El ego, qué soy, quién soy, qué represento, todas esas cosas no las quiero. Son presiones que uno se pone y es al pedo. Estoy trabajando mucho en eso y eso se traduce también en canciones.

¿Cómo se maneja el ego? ¿Y la libertad? ¿Y el proceso de vivir bien para llegar al fin bien?

No sé cómo se maneja, estoy aprendiendo. Es difícil porque el mundo está hecho para el ego. Cuanto más inflado lo tengas y más poronga te sientas, más linda es la vida y en realidad no es así.

Te quieren hacer creer, el sistema, la vida, todos, el vecino, un funcionamiento de las relaciones humanas que implica que uno tenga que tener ese ego por delante, llevarlo, pero yo trato de liberarme de eso a través de mi arte. No ser tan autorreferencial y buscar qué es lo profundo que viene de mí. El ego no es lo profundo, es la punta de la nariz.

Lo que busco es lo otro, lo que trato de traducir en canciones, lo que no muestro. A veces sale la oscuridad y un poco es eso, pero el ego es un trabajo a través de la meditación y otras cosas podés aplacarlo. A medida que uno se va contando su propia verdad interna también el ego se va aplacando porque si vos sos sincero con vos mismo termina perdiendo un poco el sentido.

Estoy en ese plan. Queriendo salir un poco del personaje y buscar las otras cosas que uno tiene adentro que no van por el lado de lo que me reconocen. No quiero mejorar en lo que me reconocen sino en lo que no me reconozco yo. Esas otras cosas que me hacen ser Shaman pero que no son mi música. Estoy en la transformación, haciéndome viejo -risas- pero en el buen sentido.

-Es un trabajo para todos, todos en cierta forma deberíamos pasar por eso, cada uno con su proceso...

Claro, tal cual. Yo creo que el arte es muy bueno por eso. Creo que todos deberían hacer arte de alguna manera. No todos deberían ser artistas pero sí todos deberían hacer arte, es un canal súper zarpado para el autoconocimiento, para estar en comunión con la gente, con la naturaleza y el espíritu, sacar el espíritu. El arte yo siempre lo encaré desde ese lugar, en la Escuela de Arte me enseñaron eso, que el arte muestra el espíritu de las personas. Este mundo no apunta hacia ese lugar, apunta hacia lo opuesto. Suprimir cada vez más las cuestiones personales, la unicidad que no tiene que ver con el ego. La sociedad trata de que seamos uno del montón pero no uno, la cultura es eso también. Es juntar a la gente y venderle algo artístico o no. La cultura es un arma de doble filo. Que las personas paren un poco el carro de su vida y se sienten a observar qué son, qué sienten, a todos les va a pasar eso.

Lo difícil en este mundo es frenar y ver qué está pasando. Cada uno es diferentes y hay tiempos, una piba o un pibe de 20 años no tiene que estar o sí, está bueno estar de joda igual -risas- pero son etapas. Estoy justo en esa etapa. No es especial lo que me pasa, es común a cualquier persona que pueda detenerse un poco en su vida y ver qué está pasando.



Pedimos consejos porque aprender de los demás siempre viene bien ¿Qué les dirías a las bandas de Patagonia?

Que toquen, que toquen y que no dejen de tocar. Que armen fiestas en sus casas, en las casas de sus amigos, donde sea. Que siempre se reconozcan patagónicos, que tengan siempre presente de dónde vienen sin importar el estilo que hagan. Pueden hacer Punk Rock y ser Punk Patagónico. El artista siempre, para mí, tiene que tener muy presente el lugar de donde viene y el tiempo al que pertenece.

Sabiendo eso es más fácil expresar porque uno se sitúa en un contexto, más allá de que pueden salir cosas completamente oníricas. Siempre parados en el lugar de pertenencia y eso, algún día en el futuro, va a ser folclore. Mi consejo sería eso, que se sientan patagónicos, creen arte desde su lugar y que lo demás no importa. Hay que mirar menos Buenos Aires. El Almóndigas tiraba en las fiestas: “¡Vamos loco, que parezca Buenos Aires, loco!” -risas-. Ese era el chiste.

Hace unos años me acuerdo que la gente se iba a bailar a Buenos Aires. Salían jueves, viernes y sábado salían de joda y el domingo se tomaban el avión de vuelta -risas-. Por eso los artistas se tienen que sentir locales, que su música y su arte tenga sentido en este lugar. Como el Tango tiene sentido en Buenos Aires, la Chacarera tiene sentido en Santiago del Estero y así. Componer desde el lugar de uno.

“En septiembre voy a ir a Capital, a La Plata, capaz toque pero todavía no está cerrado. Como voy a ser papá en noviembre tengo que coordinar muchas cosas -risas-. Después me quedo guardado en mi casa hasta febrero o marzo. El año que viene espero sacar algo nuevo. A partir de agosto, todos los viernes vamos a ir lanzando en Spotify, en todas las plataformas digitales, todos mis discos viejos, todos los discos que no están.

Desde las primeras cuatro canciones que hice como Shaman a todos. Uno por semana. Después, si todo va bien saldrían dos temas nuevos del Fuego, los grabamos el año pasado pero todavía no salieron” dice. Sigue. Ya sea en Epuyén, en La Plata, en Capital Federal, en Diadema, Shaman es Shaman. Y siempre está en llamas.

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