Obesidad en Niños y Adolescentes: Mucho más que una epidemia

La definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en cuanto a considerar a la Obesidad como una epidemia no responde a un mero recurso de impacto social sino que tiene en cuenta los parámetros que clásicamente sirvieron para definir a aquellas enfermedades infecciosas (sarampión, tuberculosis, por ejemplo) que se transmitían en una comunidad determinada, que se contagiaban entre individuos y sumaban número importante de casos en un período determinado.

La Obesidad se encuadra dentro de la Enfermedades No Transmisibles pero su impacto en la salud obligó considerarla como epidemia.

Panorama

La Obesidad entre los niños y adolescentes se ha multiplicado por 10 en los últimos 40 años.La OMS creó grupos especiales de estudio y el “Informe de la Comisión para acabar con la Obesidad Infantil “es terminante en cuanto al análisis del problema a nivel mundial. Es tan grave el problema que si se mantienen las tendencias  actuales, dentro de pocos años habrá más población infantil y de adolescentes con obesidad que aquellos con desnutrición moderada o grave.

Existen varias paradojas. Una es que la obesidad va impactando de mayor forma en los países más pobres y menos desarrollados. Otra contradicción de nuestro mundo actual es que si sigue expandiéndose la obesidad como epidemia entonces lo que se había consagrado como logro, cual era el aumento de la longevidad, se va a ir perdiendo ya que muchas más personas enfermarán y morirán antes por las consecuencias de las enfermedades crónicas que acompañan a la obesidad.

El tema del sobrepeso y obesidad ya no es un tema de la medicina de adultos sino que impacta terriblemente en pediatría. Con el agravante que la mayoría de los niños siguen como obesos en la edad adulta.

Entorno creador de obesos

El “entorno obesogénico” no es más que todo aquellos que rodea a las personas y que puede “gatillar” el problema del aumento de peso. En el caso de los niños este ambiente obesogénico ya puede empezar en un embarazo no controlado, con aumento de peso materno. Puede continuar si no se prolonga la lactancia materna la mala elección en la incorporación de los primeros alimentos y de conductas que no promueven una dieta saludable. En esos primeros años el rol de la familia es indelegable ya que obviamente, el niño no tiene la “culpa” que le compren bebidas azucaradas, alimentos ultraprocesados de alto valor calórico, etc. El problema se agrava si no se induce a la actividad física y no se controla el tiempo en pantallas.

Es todo un tema el rol de las escuelas. El chico pasa varias horas y debe estimularse ampliar horarios de actividad física. Pero hay escuelas que en los recreos “no se puede correr”… Ni hablar si en la misma escuela o en sus cercanías, el niño accede a alimentos no-saludables.

Un informe de la OMS, en 2010, marcaba que en el mundo, el 80% de los chicos entre 11 y 17 años no realizaba actividad física (tomando como base la indicación de 60 minutos diarios). Argentina figuraba con valores de 75%. Un estudio en Inglaterra concluía que los niños “SE MUEVEN MENOS EN LOS COLEGIOS QUE EN LAS CÁRCELES” (Es cierto: los presos salen todos los días a realizar un tiempo de actividad…).

Actividad física

La actividad física por sí sola ya disminuye el riego de diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer. Los mismos riesgos de enfermedades crónicas que tiene la obesidad. Y esto no es casual ya que a mayor Obesidad menor Actividad Física, transformándose en un círculo vicioso puesto que a mayor sedentarismo va a ir aumentando la obesidad.

El problema es de dimensiones impensadas y las soluciones pasan por distintas instancias que abarcan a la familia, las escuelas, los gobiernos (“ciudades saludables “), los políticos, obviamente los equipos de salud y fundamentalmente, tomar conciencia todos que aparte del “tratamiento” de la Obesidad la clave en esta Epidemia es la Prevención de Nuevos Casos.