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Niños y embarazadas, los más vulnerables a intoxicaciones con monóxido de carbono

miércoles 12 de junio de 2019
Niños y embarazadas, los más vulnerables a intoxicaciones con monóxido de carbono

Las intoxicaciones por monóxido de carbono (CO) son una preocupación para la salud pública por su elevado nivel de secuelas y mortalidad. Se estima que cada año fallecen 4,3 millones de personas en el mundo por contaminación del aire en los hogares, siendo el CO uno de los principales contaminantes del aire interior.

En Argentina, según las estadísticas del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación, a través del Boletín Integrado de Vigilancia en Salud, durante 2017 se reportaron 976 personas intoxicadas con monóxido de carbono (CO), de las cuales 200 fallecieron. No obstante, dada la inespecificidad de algunos de los síntomas, se estima que existe un importante subdiagnóstico y una subnotificación de los casos.

Desde la Sociedad Argentina de Pediatría afirmaron que niños y las embarazadas, además de los adultos mayores y todas aquellas personas con enfermedades cardiovasculares y respiratorias, constituyen las poblaciones más vulnerables a los efectos de las intoxicaciones con monóxido de carbono e instan a extremar los cuidados, ya que durante los meses de frío suele producirse la mayor cantidad de casos, por mal funcionamiento de los artefactos que producen monóxido de carbono asociado a la falta de ventilación de los ambientes a causa de las bajas temperaturas. Las siguientes recomendaciones para evitar intoxicaciones con monóxido de carbono pueden ser de utilidad

De riesgo


“El monóxido de carbono es un gas incoloro, que no tiene olor, no irrita y que se dispersa fácilmente en el aire; estas características hacen que la intoxicación no sea percibida por la persona expuesta, por eso se lo llama ‘el asesino silencioso’. En nuestro país, las fuentes más frecuentes de producción de CO son las estufas y los calefones, también los braseros a carbón o leña, las salamandras, las hornallas de la cocina, faroles y lámparas a gas (como las utilizadas en los campamentos), aunque también pueden ser fuentes productoras de CO aquellas máquinas pequeñas a combustible como los grupos electrógenos, cortadoras de césped, pulidoras de piso o lavadoras a presión, gases del caño de escape de vehículos, incendios, generadores eléctricos a gasolina y removedores de pintura”, ejemplificó la Dra. Marisa Gaioli, médica pediatra, prosecretaria de la Comisión de Salud Infantil y Ambiente de la Sociedad Argentina de Pediatría.

Entre todas las poblaciones vulnerables se destaca el caso de las embarazadas, ya que además del peligro que implica la intoxicación para ellas mismas, el riesgo es todavía mucho mayor para el feto, debido, entre otras circunstancias fisiológicas, a que expuestos a la misma fuente y concentración de monóxido de carbono, la concentración de CO hallada en sangre es entre 10 y 15 veces mayor en el feto que en la madre. Además, el tiempo de desintoxicación que necesita el feto es mucho mayor: la vida media de CO en sangre es aproximadamente 5 veces más prolongada que la materna.

Los adultos mayores, aquellos con enfermedades cardiovasculares y respiratorias, así como las personas con anemia marcada, son más vulnerables a la exposición porque presentan bajas cantidades de oxígeno disponible en las células (hipoxia) y menor volumen de oxígeno en los tejidos.

Secuelas


En cuanto a los síntomas que podrán estar indicando una intoxicación con CO, si bien son variables, en casos leves suelen presentarse cefaleas, náuseas, vómitos, mareos y debilidad; y en los casos más graves aparecen inestabilidad, confusión, visión borrosa, dolor precordial, convulsiones y síncope (desmayo), pudiendo llegar a un desenlace fatal.
“Si la persona sobrevive a un cuadro grave, pueden quedarle secuelas invalidantes que van desde un síndrome de enclaustramiento, hasta parkinsonismo, trastornos psiquiátricos, ceguera, sordera, trastornos cognitivos graves y trastornos en la marcha”, advirtió la Dra. Gaioli.

Los cuadros de intoxicaciones por CO suelen ser atendidos, además del personal de guardia, por especialistas en toxicología, neurología, cardiología, terapia intensiva (si se requiere) y, eventualmente, oftalmología, diagnóstico por imágenes y salud mental.

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