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Encuentran fósiles de 15.000 años de antigüedad en caverna submarina

lunes 20 de mayo de 2019
Encuentran fósiles de 15.000 años de antigüedad en caverna submarina

Fue en México y muestra que la fauna de América del Sur se trasladó al Norte



(Por Mercedes Benialgo)  Arctotherium y Protocyon son géneros de osos y lobos respectivamente que vivieron en América del Sur y se extinguieron hace 10.000 años.

Sus predecesores habían surgido en América del Norte mucho antes y llegaron a esta parte del mundo durante el fenómeno conocido como Gran Intercambio Biótico Americano (GIBA), la migración de diferentes especies de un hemisferio continental al otro a través del istmo de Panamá cuando ambas masas de tierra se unieron definitivamente, unos tres millones de años atrás.

Entre otros animales, a esta parte del mundo arribaron carnívoros gigantescos que se asentaron sin problemas e incluso alcanzaron dimensiones aún más grandes porque aquí se encontraron con gran variedad de herbívoros en ausencia de predadores. Lo que hasta ahora se creía era que, una vez establecidos en el Sur, ya no habían vuelto a trasladarse nunca más, pero el reciente hallazgo en México de restos fósiles datados en entre 12.000 y 38.000 años de antigüedad es una prueba contundente de que sí lo hicieron.

La novedad acaba de publicarse en la revista científica Biology Letters.

“ Cuál es la única explicación posible de esta aparición?”, se pregunta Leopoldo Soibelzon, investigador del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) y uno de los autores del trabajo, y continúa: “Creemos que en determinado momento las condiciones ambientales de Centroamérica y el sur de América del Norte comenzaron a cambiar y se volvieron favorables para que algunas de estas formas animales volvieran a cruzarse de continente.

Eso tiene que haber sucedido unos pocos miles de años antes de extinguirse”.

El cambio ecológico del que habla el experto sería el paso de tropical a pastizal o sabana para esa región del planeta. “Esto confirmaría la hipótesis del reingreso de fauna que históricamente ha sido propuesta en base a la distribución de los carnívoros actuales”, explica Francisco Prevosti, investigador del CONICET y director del Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja (CRILAR, CONICET- Gob. La Rioja- UNLAR- SEGEMAR- UNCA), convocado para trabajar en la identificación de los restos correspondientes al cánido, es decir, al lobo.

“La idea es que estos linajes llegaron a Sudamérica, evolucionaron generando nuevos géneros y sólo algunos migraron al centro. En ese momento se estaba dando el último período glacial –en lo que se conoce como Pleistoceno tardío– durante el cual el nivel del mar llegó a descender muchísimo y permitió que los ambientes de vegetación abierta avanzaran sobre los cerrados como selvas o bosques, y esto puede haber facilitado el paso de las especies que investigamos”, añade el especialista.

El dato de las condiciones ambientales resulta central ya que “en general el registro fósil de Centroamérica y en gran medida el del norte de América del Sur es incompleto, especialmente en períodos clave del GIBA como fue éste”, apunta Prevosti al tiempo que Soibelzon, dedicado al estudio de grandes osos, agrega: “En este caso los materiales se preservaron de manera increíble porque estaban en una caverna submarina muy intrincada que resultó favorable para la conservación porque no hubo animales carroñeros cerca ni movimientos de agua que pudieran erosionarlos o moverlos”. Los profesionales argentinos aseguran que la identificación fue sencilla también gracias a que estaban muy completos.

Cráneos, mandíbulas y dientes de varios ejemplares son los restos encontrados fortuitamente por buzos profesionales que estaban explorando Hoyo Negro, un sistema de cuevas subterráneas ubicado al norte de la península de Yucatán. Las especies de osos Arctotherium llegaron a pesar una tonelada y a medir cuatro metros y medio estando erguidos, mientras que los perros o lobos pertenecientes al género Protocyon rondaban los 25 kilos. El hallazgo–coinciden los paleontólogos– muestra que futuras investigaciones en esas regiones probablemente cambiarán lo que hasta hoy se conoce sobre la historia biogeográfica de los mamíferos fósiles.

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