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Homicidio de John Blas Gutiérrez: Desconsuelo y vacío de una familia que busca un poco de paz

jueves 01 de noviembre de 2018
Homicidio de John Blas Gutiérrez: Desconsuelo y vacío de una familia que busca un poco de paz

La vida de la familia Blas Gutiérrez dio un vuelco el 20 de enero de 2017 cuando Enzo Uranga y Lautaro Hernández entraron a la tienda “Rodrigo” a robar y en el proceso mataron a John, el hijo mayor de esa familia e hirieron a su padre. Desde ese momento vivieron un verdadero calvario y si bien la justicia ya condenó a los asesinos, que están presos, ellos luchan por sobreponerse y seguir adelante. “La justicia solo te da un poco de tranquilidad pero nada te devuelve a tu hijo” dijo el padre.

 

Ese día los delincuentes se probaron ropa y calzado en la tienda y al momento de pagar uno de ellos extrajo un arma de fuego y exigió dinero. Como había poco en la caja, sin miramientos y sin que nadie se resistiera, dispararon contra John Blas Gutiérrez (26) y contra su padre Marcial Blas. El joven ingeniero recibió el impacto en el pecho -lo que le ocasionó la muerte en forma inmediata- y su padre en una pierna.

Marcial le contó a Crónica detalles de lo que pasó ese día y de la vida de su familia, antes de la tragedia y lo difícil que se les hace poder salir adelante. “Siempre le inculcamos que estudiara y eso a él le gustaba -relató. Fue un excelente alumno, siempre se destacó y no solo con las notas sino como buen compañero, también en la Enet Nº 2 y después fue a la Universidad y eligió la carrera más difícil, ingeniería, en la que se destacó desde los primeros años que estuvo. Era muy estricto y responsable en sus estudios, así se fue formando. Con el pasar del tiempo terminó sus estudios y cuando pasó esta desgracia no hacía un año que se había recibido de ingeniero. Y dos años antes de terminar la carrera ya trabajaba en YPF por sus calificaciones tan buenas. Él estaba de novio con una chica que conoció en la Universidad, tenía todo un futuro por delante y nosotros estábamos orgullosos de él. Estamos orgullosos de lo que logró”.

“No conocía a estas personas –dice al referirse a Uranga y Hernández.Yo trabajo en el campo así que no estaba en la tienda, pero mi señora sí. A Uranga sí lo tenía visto. Esta era la tienda, nosotros vivimos arriba -dice y muestra el amplio salón de varios metros vacío y silencioso que casi parece un santuario- y ahora desarmamos todo, no pudimos seguir trabajando, un poco porque todo era muy inseguro, teníamos miedo y también porque no podíamos seguir. Venir acá era revivir todo lo que pasó, es muy triste. También nos concentramos en reponernos, en la familia, en seguir adelante”.



En ese momento muestra el monitor de las cámaras de seguridad que, explica, “compramos después de lo que pasó, por temor a las represalias y porque no nos sentíamos seguros”. Hay que decir que la casa tiene rejas en las puertas y ventanas y rejas en el cerco que da a la calle, un amplio portón de hierro que está completamente cerrado y con candado. Es un sitio con mucha seguridad. En la cuadra hay varios negocios, que también fueron asaltados en distintas ocasiones e incluso uno muy cerca de allí que fue cerrado después de la muerte de John, por miedo a que les pase algo similar.

“A partir de lo que pasó se nos cambió el modo de vivir, más que nada a mi señora que está muy mal y apenas se está recuperando, a cada momento se acuerda de John, tan bueno que era, va todos los domingos al cementerio, no logra salir adelante, está siempre llorando, creo que no lo va a superar nunca”. John era el hijo mayor, pero tiene dos hermanos que le siguen, uno ya se recibió como técnico superior en petróleo y trabaja también en una empresa y tiene dos hijos, el menor está terminando la secundaria.

“Fue una casualidad”

En este punto Marcial recuerda ese fatídico día y dice que “todo fue una casualidad. Yo estaba arriba, en la cocina y no había venido mi sobrina que le ayudaba a atender a mi señora, entonces me llamó a mí, cuando entraron estos pibes. John no pasaba nunca por la tienda, cuando venía de trabajar pasaba por el costado, por el portón y subía a la casa. Ese día venía del trabajo, vio la puerta abierta y pasó a saludar a su mamá. De la nada, el pibe gritaba es un asalto. John solo estaba parado ahí como a dos o tres metros. Mi señora les entregó dos bolsas con ropa que les había juntado, pero el pibe le dice ahora páguenme y sacó la plata de la caja. No sé en qué momento sacó el arma y de la nada le disparó a John en el pecho y después me disparó a mí en la pierna”.

Entre lágrimas recuerda que “a él lo llevaron al Hospital, pero no pudo resistir porque tenía una herida en el corazón. Yo estuve acá y después me llevaron al Hospital y ahí me enteré que había fallecido. Desde ese día nuestra vida cambió, comenzó el tema de andar con los abogados y esas cosas. Seguimos todo el juicio, fuimos a declarar como testigos, fuimos a la rueda de reconocimiento. Fue muy duro todo eso”.

“Por lo que era mi hijo, no estoy conforme con la justicia”

Consultado sobre la pena que los homicidas de su hijo recibieron -16 y 17 años de prisión- dijo que “por una pérdida así y por lo que era mi hijo no estoy conforme, pero por lo menos se hizo justicia y eso me da un poco de tranquilidad. Habíamos pedido más años –la querella había pedido 20 años- y les dieron menos, pero bueno. La fiscal Camila Banfi hizo muy buen trabajo, fue siempre muy cálida con nosotros, se portó muy bien. Hay casos que demoran años y a veces terminan en nada. O los delincuentes entran y salen. No estoy al tanto de donde están estos chicos, pero es lo que dice la justicia”.

“Venían a matar”

“Con la pérdida de un familiar nada alcanza, la justicia solo te da un poco de tranquilidad, pero nada te devuelve a tu hijo. Ellos venían determinados a matar a alguien, si no era John tal vez era mi señora o yo; nosotros nunca nos imaginamos que iban a matar a alguien, no nos resistimos, entregamos lo que teníamos, pero directamente le pegaron un tiro sin razón. No creo que nada de lo que les pase a ellos sea justo, nosotros nos volcamos mucho a la religión, somos católicos y buscamos consuelo ahí. Eso no significa que a veces no sienta mucha rabia, pero no queremos tomar la justicia por nuestra mano, eso acarrea más problemas, no estamos de acuerdo con eso. Queremos cuidar a nuestra familia y ayudar a mi señora para salir de este trance” finalizó.

 

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