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El jefe de guardia del Hospital Álvarez: “Todos opinan, pero las mujeres se me mueren a mí”

miércoles 13 de junio de 2018
El jefe de guardia del Hospital Álvarez: “Todos opinan, pero las mujeres se me mueren a mí”

“Si tengo enfrente mío a una mujer embarazada, que corre riesgo, y tengo decidir entre la vida de la madre y la del feto, elijo la de la madre. No hay mucho que discutir”. Daniel Lipchak (MN 75.885) es, además de médico ginecólogo, obstetra y jefe de guardia del Hospital Álvarez, un ser humano conmovido y angustiado por las vivencias profesionales que atraviesa y con las que convivirá toda la vida, tomó postura: “Estoy a favor de que se apruebe”, manifestó.

—¿Por qué es importante que se despenalice el aborto en Argentina?
—En el año 88 empecé a hacer mi especialidad en ginecología y obstetricia. Recibí la visita de muchas mujeres, muchísimas. Algunas murieron y otras quedaron con secuelas graves. A veces se cuentan las muertes pero no las secuelas, y el universo es mucho mayor. En el 2006 murieron casi 100, y la cifra, con el correr de los años, aumentó. El aborto es una causa de la mortalidad materna, algo que puede prevenirse, sumándole otras medidas.

—¿Como cuáles?
—El aborto como medida aislada no sirve, tiene que venir acompañada de educación sexual y anticoncepción. El último recurso debe ser el aborto. La gente debería saber que la gran mayoría de mujeres que abortan tienen entre 20 y 24 años. Puede extenderse hasta los 28. Y muchas de ellas mueren. Ellas tienen otros hijos, y por muchas situaciones que viven no pueden gestar a ese nuevo hijo. Cuando deciden interrumpir el embarazo de manera clandestina y luego mueren, dejan otro u otros chicos huérfanos, que quizá no tengan a nadie más que a su mamá y pasan a vivir en un contexto en el que posiblemente también se mueran.

En 2003, Lipchak fue protagonista de una situación que lo marcó para siempre: una mujer, con su bebé de un año en brazos, acompañada por su suegra, llegó a la guardia luego de realizarse un aborto clandestino. A las pocas horas se murió. “Siempre que cuento el caso no puedo dejar de conmoverme. Cada vez que lo relato vuelvo a ver a esa chica entrar a la guardia, es muy duro, uno siente una impotencia tremenda, porque falló el sistema. Pueden echarle la culpa a la educación, a la mujer o a quien sea. Pero fallamos nosotros, les fallamos por todos lados a las mujeres. Es fácil hablar cuando uno tiene acceso a todas las cosas, pero tenemos que ponernos en posición de aquellos que hacen lo que pueden. Por supuesto que la atención privada y la pública es diferente, trabajo con ambos, pero yo tengo que adaptarme a ellos y no ellos a mí”, sostuvo el médico.



—Quienes no quieren que se apruebe temen que la legalización se convierta en un método anticonceptivo…
—Veo mal esa postura. Contamos con una ley de educación sexual que en muchos lugares no sabemos si se pone en práctica. Nos falta más educación y fomentar la anticoncepción. Hace mucho, cuando coordinaba el Programa de Atención Post Aborto del Ministerio de Salud, llegué a una provincia del país en donde, por orden del gobernador y bajo sus creencias, no les colocaban el DIU a las mujeres. Pero si esa mujer quedaba embarazada y se moría teniendo un aborto, no pasaba nada. Hay mucha hipocresía.

—Usted aseguró que atendió a muchas mujeres que eran obligadas a tener sexo sin cuidarse, ¿qué siente cuando sucede eso?
—Es muy común que las mujeres sean obligadas por sus parejas a tener sexo sin cuidarse. También hay otras que tienen contraindicada la anticoncepción hormonal. Entonces quedan algunas opciones no hormonales: el DIU o el preservativo. El último depende de la voluntad del hombre, pero si el hombre se pone agresivo y la amenaza, como nos ha tocado ver, la mujer puede quedar embarazada. Veo que en las redes sociales se culpabiliza a la mujer por no cuidarse, pero se olvidan que esto es una relación, en pareja, o sea que la responsabilidad es compartida. Y puede fallar.

—¿Observa mucha desigualdad?
—Totalmente. Trabajo en la salud pública y no soy un fundamentalista del aborto, pero no quiero que una mujer se muera por un aborto mal hecho. Acá hay una desigualdad muy grande. Queremos bajar la mortalidad materna, pero dejamos solas a las mujeres que quieren interrumpir su embarazo. Entran a jugar muchos valores culturales, religiosos, entre otros. En Argentina somos expertos en todo, todos opinan del aborto, pero las mujeres se mueren, y se me mueren a mí.

—A su criterio, técnicamente, ¿por qué es fundamental que se legalice el aborto?
—Es simple: aquellas que pueden ser atendidas con médicos que trabajan en situaciones sanitarias aceptables, que hacen abortos en formas seguras, pero privadas, no sufren consecuencias. Lo hacen con misoprostol, porque pueden acceder a la compra y también encuentran fácilmente la información. Pero hay otras mujeres que van a lugares clandestinos y se someten a sondas, agujas de tejer, tallos de perejil, perchas, alambres y otros objetos. Resuelven una situación de vida o muerte con un objeto. Yo condenaría a los que hacen esos abortos inseguros, no a la mujer, porque lucran poniendo en riesgo la vida de una ellas. Eso es terrible. Reciben a una mujer desesperada, ganan dinero con la práctica y ella se termina muriendo.

Lipchak realizó un especial hincapié en el “fundamentalismo nefasto”. El médico sostuvo estar a favor de la despenalización del aborto fundamentándolo “desde una postura sanitaria”. “Podemos hablar todos, pero se mueren ellas y yo tengo que tratar de salvarlas. Quienes lo denuestan dicen que hay un negocio, pero si yo quiero que sea gratuito, ¿de qué me hablan? Si nosotros estamos a favor de la legalización y atención gratuita es porque no nos interesa lucrar con esto. La gente dice cualquier cosa para justificar lo injustificable“, concluyó.

 

 

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